[AUDIO_EN_BLANCO] [MÚSICA] El estudio que realizaron, se centraba en analizar el síndrome de fatiga crónica y fibromialgia para encontrar elementos explicativos de su malestar y contribuir a su mitigación. ¿Qué propuestas surgieron a partir de su trabajo? >> Bueno, una propuesta conceptual fue introducir el concepto de malestar de género en lugar del concepto de trastorno y de síndrome, que es el que utiliza el DSM III desde una perspectiva biopsiquiátrica o biomédica. ¿Vale? Que es el manual de referencia para la identificación de los diagnósticos. Entonces, la propuesta del concepto de malestar de género hace referencia a la experiencia subjetiva de sufrimiento, pero en relación al género, en relación al sistema que he explicado anteriormente. Estos malestares de género son más frecuentes, como he dicho, en mujeres, donde la calidad de vida es peor y además tienen más dolencias crónicas, con lo cual es más extensa en el tiempo, aunque también ocurren en los varones. Y bueno, en nuestro estudio en concreto, el de la fibromialgia, el dolor cronificado y fatiga crónica, lo que encontramos es que las personas con las que hicimos la investigación tenían unas posiciones subjetivas muy normativas de feminidad, en las cuales la diversidad, la particularidad y la individualidad estaban muy debilitadas y estaban como muy diluidas. Entonces, ¿por qué? Pues porque en sus trayectorias vitales, identificamos diversas formas de violencias de género, violencias de género psicológico, económico, sexual, etcétera. Y esto, de alguna forma, lo que significaba es que su parte psíquica no regulaba su cuerpo y su cuerpo entraba a responder a los mandatos normativos de feminidad de forma casi compulsiva hasta llegar un momento en el que se rompía y se rompía de una forma continuada. Y entonces aparecía el dolor cronificado. Las razones por las cuales ocurría esto tenía que ver con las violencias de género que he explicado a distintos niveles en distintos contextos, por abandonos familiares, por una sobreresponsabilización familiar, por una maternidad precoz, por cuestiones de este tipo que hacían, provocaban una sobrecarrera física y emocional a lo largo de su vida que acababa en un momento complicándose. >> Dolor y malestar son dos conceptos que se conectan. Según su estudio, ¿de qué manera y con qué contextos se articulan? >> A ver, esta pregunta es my importante, porque dolor y malestar responden a tradiciones muy distintas, ¿vale? En la forma de conceptualizar y de abordar el sufrimiento. El concepto de dolor supone una explicación sobre todo biológica, individual, acontextual y ahistórica del sufrimiento. En este sentido, si introducimos la perspectiva de género, tenemos que introducir todos estos contextos, esta historia, trayectoria y no es una explicación individual sino social aunque incluya lo biológico. Por otra parte, el concepto de malestar incorpora una perspectiva compleja de la salud, donde la salud del sujeto es un sistema dinámico, biopsicosocial que introduce la concepción del género y es crítico con el sistema social y, por lo tanto, significa que hay una interacción continuada entre la biología, la psicología y el contexto social en todas direcciones. Y esto es lo que va modulando la evolución del dolor, su cronificación o no cronificación, etcétera. En este sentido, cuando hablamos de malestar de género, como he explicado antes y algunos estudios que han analizado los manuales DSM, lo que ven es que hay una correspondencia entre los malestares de género y la sintomatología y los diagnósticos que surgen. Por ejemplo, en las mujeres, los malestares de género más frecuentes, más prevalentes tienen que ver con la depresión, con la ansiedad, pero también con los trastornos alimentarios, los mandatos sobre el cuerpo y la cosificación de la mujer, tienen que ver con trastornos por dependencia afectiva, cuando su lugar, por el sistema sexo-género, es un lugar construido desde esa posición; o trastornos histriónicos, por ejemplo, la personalidad, que las coloca en una posición de seductoras, de objeto de deseo. En cambio, en relación a los varones, encontramos que los trastornos más prevalentes tienen que ver con posiciones narcisistas, con posiciones de, ¿cómo les llaman? Trastornos, el trastorno antisocial, narcisista o trastornos de consumo de sustancias y asunción de riesgos. ¿Vale? Por lo tanto, hay una confluencia entre mandatos de masculinidad y trastornos o malestares de género que podemos decir que si somos muy obedientes a este sistema de género binario y obedecemos dichos mandatos, acabamos enfermando, los hombres en una dirección y las mujeres en otra dirección. Y bueno, por lo tanto, malestares, contemplar este sistema biopsicosocial y la salud del sujeto dentro de este concepto, y el dolor sería contemplando al cuerpo como una entidad orgánica, como una entidad biológica aislada o en el tradicional binarismo mente-cuerpo que están desconectados y, por lo tanto, no se comunican ni interactúan. >> ¿Qué sería necesario incorporar en los diagnósticos desde el ámbito sanitario? >> Bueno, en relación a esta cuestión de los diagnósticos, otra de las aportaciones que surgió de la investigación que hicimos con el doctor Enrico Mora fue la propuesta de la necesidad de hacer un diagnóstico psicosocial de género para articularlo con el diagnóstico clínico. Esto supone que las ciencias sociales y las ciencias de la salud tienen que trabajar conjuntamente y en una relación de simetría, porque actualmente lo que ocurre es que cuando aparecen las ciencias sociales están un poco como casi de apoyo a algunas cuestiones muy puntuales y muy colaterales. ¿Vale? Entonces, en estos diagnósticos psicosociales de género, como he ido explicando, se tendría de alguna forma de en cada caso específico de persona que nos viene con este sufrimiento y un dolor que sea cronificado, es identificar las distintas dimensiones, sobre todo las sociales, porque son las que no han estado consideradas históricamente, y ver la relación de estas dimensiones sociales con la dimensión psicológica, psíquica y la dimensión biológica, el cuerpo. ¿Vale? Y ver sobre todo la intersección o la dinámica que hay entre ellas. Evidentemente, un diagnóstico psicosocial de género se sitúa en el momento de la consulta y de la demanda de intervención. O sea, con el tiempo puede variar, no es algo fijo como un diagnóstico de depresión que a veces se queda como fijado en la persona. Es un diagnóstico de naturaleza dinámica. Entonces, sería como sobre todo incorporar esta dimensión. Por ejemplo, hay una doctora, Betty Friedan, que en los años 60 hablaba de la mística de la feminidad y del malestar que no tiene nombre que había producido esta mística de la feminidad en las mujeres norteamericanas amas de casa de los años 40 y 50, que su función estaba totalmente dirigida a hacer de madres y esposas y hacerlo de la forma más perfecta posible. ¿Vale? En este sentido, lo que se encontraba es que había un proceso de vacío personal, de despersonalización, pero ellas sentían o su discurso era que hacían lo que querían y que eran felices en esa vida. Sin embargo, su cuerpo, sus emociones estaban quejándose continuamente y había muchas disfunciones emocionales, intentos de suicidio, somatizaciones, etcétera. Y la doctora llamó ese malestar que no tiene nombre. Haciendo un paralelismo con el momento actual, pues estamos con malestares que sí tienen nombre, fibromialgia, un nombre un poco extraño, fatiga crónica, etcétera. Pero son nombres que no tienen un significado experiencial para las mujeres, sino que estas se ajustan a un lenguaje biomédico que para ellas no tiene un sentido concreto. A través del diagnóstico psicosocial de género lo que se intenta es recuperar un poco el sentido de las experiencias de estas mujeres que han llegado a enfermar a través de su trayectoria y que de alguna forma el sentido de estas experiencias se relacione con sus grupos de pertenencia, sus identificaciones, su posición en la sociedad y con su experiencia de falta de reconocimiento, de falta de oportunidades tanto materiales como personales, experiencias conflictivas, humillaciones, abusos, violencias sufridas, etcétera. Y que de alguna manera se pueda relacionar con su condición en el sistema sexo-género. De alguna forma recuperar el sentido de estas experiencias implica sacar estas experiencias conflictivas de la caja negra que supone la etiqueta de diagnóstico clínico que no tiene un sentido para ellas y lo que genera es un estigma. Y trabajar y permite introducir una intervención en este sentido para empoderarlas, por ejemplo, y para cambiar su posición subjetiva dentro de las relaciones, en los distintos contextos, laboral, familiar, etcétera. Por lo tanto, este sería un poco el objetivo del diagnóstico psicosocial de género que se trabajaría de forma articulada con el clínico y obligaría a trabajar de forma interdisciplinar ciencias sociales y ciencias de la salud para abordar el dolor crónico, pero otros sufrimientos que son bastante contemporáneos y están emergiendo y no se les encuentra las típicas causas orgánicas de otros malestares. >> Muchas gracias, doctora Pujal, por sus interesantes contribuciones en esta entrevista. [MÚSICA]