[AUDIO_EN_BLANCO] [MÚSICA] A continuación vamos a entrevistar al doctor Enrico Mora, profesor del departamento de sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona. El marco de análisis de este estudio se circunscribe en la perspectiva biopsicosocial. ¿En qué consiste? >> Bueno, la perspectiva biopsicosocial que empleamos en la investigación junto con la doctora Margot Pujal es un modelo específico que denominamos perspectiva biopsicosocial crítica de género. ¿Por qué crítica y por qué género? Porque prestamos especial atención, no solo a la articulación de las dimensiones biológicas, psíquicas y sociales, sino también en el impacto de esta articulación desde una perspectiva interesada en los aspectos vinculados con las relaciones de dominación, de poder y de explotación, fijado particularmente en las relaciones de género. Por lo tanto, un aspecto central de nuestra perspectiva es la de poder atender aquellos aspectos que permiten explicar cómo la organización sexista de nuestra sociedad se articula en las distintas dimensiones de la vida humana, es decir, la biológica, la psíquica y la social. Creo que es importante también señalar que a veces, cuando se habla de perspectiva biopsicosocial, se puede prestar a cierta confusión, porque a veces hablar de perspectiva biopsicosocial supone partir de la idea de que hay, ante un determinado fenómeno complejo, un componente biológico, un componente psíquico y un componente social, pero su relación explicativa o causal se remite en última instancia al componente biológico. Desde esta perspectiva sería una perspectiva biopsicosocial pero de corte biologista. Nuevamente esto lo podemos ver en determinados tipos de explicaciones como la sociobiología, o incluso en determinados modelos, digamos, más elaborados del campo de la biopsicología o de la biopsiquiatría, donde lo social no tendría un componente muy importante pero que aparecería cierta articulación de estas dimensiones, sin embargo, acabarían siempre explicando la causa del fenómeno en los factores biológicos. Es importante no confundir biología con biologismo. Es evidente que en la vida humana hay una dimensión biológica pero el biologismo lo que tiende es a intentar explicar todos los aspectos complejos de la vida humana en última instancia en aspectos o características biológicas. Esto tiene serias dificultades desde el punto de vista científico que han puesto en evidencia multitud de investigadoras y de investigadores, pero también desde un punto de vista ético y político, porque, normalmente, en nombre del biologismo se han defendido posiciones sexistas, racistas, homófobas, en fin, toda una serie de prácticas sociales que, desde una perspectiva interesada en la emancipación humana, y en particular en la emancipación desde le punto de vista de las relaciones de género, es inadmisible. En la investigación, por lo tanto, la perspectiva biopsicosocial crítica de género intentaba averiguar cómo la articulación de estas dimensiones permitía dar algún elemento explicativo que fuera más allá, como se ha señalado en otras intervenciones respecto a esta investigación, en aspectos que la causa orgánica no está clara pero sí su expresión y cómo esa causa orgánica, pues, mejor dicho esa expresión orgánica tiene un efecto o tiene una, un vínculo con la dimensión psíquica y social. Si entendemos que la dimensión psíquica y social está caracterizada por relaciones de género, la lectura es que hay aspectos de los vínculos de género que acaban teniendo una expresión orgánica. >> ¿Cuál es la visión hegemónica actual para el estudio del malestar? >> Bueno, como señalaba antes la doctora Margot Pujal, de hecho es paradójica la pregunta, porque no hay una visión hegemónica sobre el malestar, hay una visión hegemónica sobre el dolor. La perspectiva sobre el malestar es una perspectiva, diríamos, minoritaria y que pensamos debería desarrollarse mucho más. De hecho, la perspectiva hegemónica es una perspectiva que niega el malestar transformándolo en dolor y en dolor orgánico. Desde esta perspectiva las dificultades para poder articular una perspectiva compleja como la que señalaba antes respecto a la perspectiva biopsicosocial crítica de género, supone todo un desafío, y empieza ese desafío por las propias instituciones formativas. Normalmente la visión hegemónica que hay sobre el estudio del dolor, y en particular del dolor sin causa orgánica, que es una visión, diríamos, centrada básicamente en los aspectos biomédicos o biopsiquiátricos, parte de que en la propia formación de las y los profesionales de la salud no contempla de modo suficiente los aspectos que intervienen en la salud de tipo psíquico y de tipo social. De hecho, los componentes principales que aparecen en la formación de las universidades que dan en el campo de la salud son, sobre todo, de orden biológico o de raíz biológica expresada luego en aspectos psíquicos. Los aspectos sociales prácticamente son inexistentes. Por eso una de las propuestas que planteamos, como es el diagnóstico biopsicosocial de género, implica poder dotar o dar de una herramienta a profesionales que, sin tener una formación específica en los aspectos psíquicos y sociales y psicosociales, les permita de algún modo introducir esta mirada o esta perspectiva en su desempeño profesional. En paralelo pensamos que es necesario que en los programas formativos, como mínimo de las universidades españolas y catalanas, se pueda introducir, precisamente, una mirada más atenta al impacto de las dimensiones psíquicas, psicosociales y sociales en la salud. >> ¿Qué aportación realiza su investigación en la comprensión de la organización sexista de la vida social, y qué impacto puede tener en la salud y el bienestar de la vida de las personas? >> La investigación que hemos realizado con la doctora Margot Pujal, creo que las aportaciones sobre la comprensión de la organización sexista de la vida humana como mínimo en el contexto en el que nos movemos, tiene variados aspectos, varias aristas. Quizá la primera es poder dar evidencias y aportar elementos para una comprensión de cómo el sexismo se expresa en la vida de las personas hasta el extremo de su impacto en el sufrimiento orgánico y, de algún modo, estas evidencias pueden apoyar lo pueden ser algunas de las miradas no hegemónicas en el ámbito de la salud que intentan de algún modo resignificar y replantear su praxis profesional y médica en la atención al malestar en este caso, del dolor cronificado. En este sentido hay algunas experiencias muy interesantes en el ámbito de la salud pública en que profesionales que cuestionan esos mandatos hegemónicos de los que hablaba antes, intentan con dificultades introducir, precisamente, una mirada alternativa y crítica con esos supuestos institucionalizados. Asimismo creo que el estudio contribuye también a romper con un planteamiento que cada vez aparece más hegemónico en los discursos y en las políticas públicas de prevención de la salud, que es que la salud parece que sea un asunto individual. Es decir, el estudio lo que permite es poner en evidencia cómo se tiende a individualizar la salud y su responsabilidad siendo, en cambio, un proceso en el que se experimenta en términos individuales, en última instancia se experimenta el propio dolor en el propio cuerpo, pero que tiene que ver con un contexto social y con una expresión psíquica de ese contexto que no se puede solo resolver o imputar a preferencias, intereses o comportamientos o conductas individuales. En este sentido podríamos hablar de que lo que es vivido en el propio cuerpo, y que por tanto es una experiencia individual, sintetiza experiencias colectivas, experiencias sociales. Por lo tanto, la respuesta también tiene que ser colectiva y también tiene que ser o tiene que contemplar la dimensión social. Si esta dimensión social se caracteriza por una estratificación social caracterizada, perdón por la redundancia, básicamente de orden sexista, racista, clasista, es evidente desde este esquema que la expresión del sufrimiento en el propio cuerpo remitirá a ese tipo de estratificaciones o de desigualdades. En ese sentido el estudio se entroncaría con todo lo que es la línea de los determinantes sociales de la salud y, por lo tanto, aportaría evidencias que intentan, de algún modo, articular todas esas perspectivas en las que están situadas la, diríamos que está situada la mirada en la dimensión macrosocial, y por lo tanto hay los estudios de epidemiología y de variables o determinantes sociales de la salud con esa dimensión psíquica, y, por lo tanto, la dimensión también micro e individual. Por lo tanto, la aportación iría en una doble dirección, en cómo ver la organización sexista de la sociedad desde la expresión individual, la propia corporalidad y el sufrimiento que surge y que anteriormente la doctora Margot Pujal señalaba desde el punto de vista de los malestares y su expresión en términos de género, en términos de feminidad y de masculinidad, pero por el otro también intentar conectar lo que son las explicaciones macrosociales que pueden tener un interés muy importante pero que queda muy lejos de la práctica clínica y, por lo tanto, de cómo poder conectar un concepto tan abstracto y complejo como es la organización sexista de la sociedad con qué hago yo como doctora o como médica ante la consulta de una persona que expresa un dolor del que no logro dar cuenta. En ese sentido vuelve a tener sentido y vuelve a tener pertinencia un instrumento como el que hemos planteado del diagnóstico psicosocial de género. [MÚSICA] [AUDIO_EN_BLANCO]