[AUDIO EN BLANCO] [MÚSICA] Vamos a concluir esta serie de vídeos con una atención especial al concepto de modelo de género tradicional y al modelo de género interseccional, básicamente porque reflejan diferentes imaginarios y vulnerabilidades. ¿Qué diferencias se dan entre ellos? >> En nuestro estudio, adoptamos un planteamiento de análisis que ha elaborado Zara Velasco en la que desarrolla una serie de modelos de género que pensamos que son muy útiles porque presicamente permiten traducir a un nivel más concreto algunos de los planteamientos más abstractos que hay desde el punto de vista de la aplicación de la perspectiva de género en el campo de la salud. De los distintos modelos que plantea, en nuestro estudio identificamos y dimos su funcionamiento básicamente en dos, en el modelo tradicional de género y el modelo transaccional de género, que pensamos son los dos modelos que nos ayudan a poder explicar mejor los aspectos psicosociales conectados con el dolor cronificado. Los modelos de género parten de la idea, como señalábamos en la intervención anterior de que la sociedad está organizada de forma sexista. ¿Qué significa esto? Básicamente significa que, por un lado, el trabajo está dividido sexualmente tanto en el ambiente privado como en el público, tanto en el ámbito doméstico como en el ámbito profesional, y también está dividido sexualmente desde el punto de vista de las generaciones del control de los recursos como su administración. Por el otro, también hay toda una construcción imaginaria y simbólica de las subjetividades de género y de las relaciones sociales que implican. Finalmente, estas, diríamos, estos dos grandes ejes han adoptado históricamente aspectos específicos distintos, de ahí surge la idea de los modelos de género, que permite para un mismo periodo histórico poder identificar qué modelos de género prevalecen más o menos en función del fenómeno estudiado, en nuestro caso el dolor cronificado. En este sentido, el modelo de género tradicional se caracteriza sobretodo por, para hacerlo simple y de modo sintético, por el que diríamos el binomio ama de casa, ganador de pan. Es decir, ese modelo tradicional en el que, desde el punto de vista de la estructura de la relación, básicamente la unión entre un hombre y una mujer, en tanto que es un modelo que se sustenta sobre el mandato heterosexual, tiene por finalidad, básicamente, constituir un núcleo familiar en el que hay una jerarquía entre el que ocupa la posición de cabeza de familia y las personas que ocupan la posición de patrimonio o, en definitiva, de personas que ocupan la posición de subordinación. En este tipo de modelo familiar, el mandato que rige de forma indiscutible y naturalizada ese mandato heterosexual y, diríamos, el proyecto familiar de tener hijos e hijas es un proyecto irreflexivo, se da por hecho, se da como un mandato irreflexivo a cumplir. ¿Cuándo se nota, cuándo se convierte en un elemento reflexivo? Cuando no se logra cumplir con ese mandato y, por lo tanto, se convierte en una fuente de sufrimiento y, diríamos, de fracaso heterosexual dentro de este modelo. Evidentemente es un modelo en el que hay una estricta división sexual del trabajo, tanto dentro del ámbito doméstico como del ámbito profesional, y el modelo ama de casa, ganador de pan sería el modelo prototípico, en el que el ganador de pan vendría a ser el que se encarga de forma exclusiva y en dedicación completa a la provisión de recursos para el núcleo familiar, y la ama de casa se dedica a la provisión y a la satisfacción de las necesidades singulares del núcleo familiar también a tiempo completo. En esta relación, evidentemente hay una relación de dependencia económica y de poder. Finalmente, la familia es la depositaria del patrimonio y de las propiedades, y es el mecanismo de transmisión. En este sentido, el contrato matrimonial, sea formal o no formal, es el elemento clave que formaliza o que articula de algún modo este tipo de modelo de familia tradicional. En este modelo, los ideales de feminidad y masculinidad que rigen, básicamente juegan con el, digamos, la construcción del ideal de la masculinidad como el sujeto de la familia, y el ideal de la feminidad como el objeto de la familia. Por lo tanto, el hombre vendría a ser el sujeto. La mujer, la esposa, el objeto. Son ideales dicotómicos, eso significa que lo que define a la masculinidad no puede definir a la feminidad y viceversa. En este sentido, los papeles están radicalmente separados e implican, para la feminidad, básicamente la atribución en estos ideales de subordinación, de entrega a las necesidades del otro o de la otra, a la pasividad y diríamos que la fuente de realización fundamental es la maternidad cuidadora. De hecho, en este modelo diríamos que el vértice de cumplimiento del mandato de la feminidad es cuando precisamente se ejerce el rol de madre. En cuanto a la masculinidad, diríamos que los elementos que se asocian son el del poder, el de la propiedad, el de la potencia, y las realizaciones básicamente se producen en el ámbito de la ocupación o de la profesión. Asímismo, se convierte también en, diríamos, la fuente privilegiada del saber dentro del núcleo familiar. En este contexto y en este tipo de modelo familiar, las fuentes de vulnerabilidad suponen por un lado el hiperdesarrollar o hipodesarrollar determinadas habilidades y determinadas capacidades. Pero asímismo implica también la expresión de un conjunto de malestares en la salud de todo tipo, desde el orden, digamos, vinculado a la ansiedad, a la depresión, hasta aspectos vinculados con la sexualidad. Por ejemplo, en el caso de la masculinidad, una de las expresiones o uno de los aspectos de vulnerabilidad es el de la impotencia. En el caso de la feminidad, en cambio, encontraríamos todo lo que es el de la negación del propio deseo. Asímismo, las fuentes de vulnerabilidad tienen que ver también con la propia relación de dependencia y, por lo tanto, con toda la expresión de lo que es perder o no la capacidad de ejercer esos roles en los que se focaliza la realización. En el caso de la feminidad, tiene que ver con todo lo que se relaciona con, por ejemplo, los procesos de cuidado, la atención demandante que requiere una construcción del cuidado en el que hay una figura especializada que tiene que anticipar, que tiene que, de algún modo, resolver todas las necesidades del núcleo familiar, cuyo coste principal en términos de salud es no reconocer, no atender las propias necesidades. En este sentido, el dolor cronificado empieza a emerger precisamente como una expresión de una parte de ese no reconocimiento de las propias necesidades que pasan desatendidas por este tipo de vínculo. Asímismo, una, otro aspecto que creo que es importante destacar en lo que es las fuentes de vulnerabilidad, en este caso femenina, es todo el sufrimiento asociado a lo que es, por ejemplo, la ruptura de la pareja, todo lo que tiene que ver con la ausencia de un proyecto vital propio, que de algún modo you señalábamos también en algunas de las intervenciones de la doctora Margot Pujal, cómo en su origen se tendía a definir como el malestar que no tiene nombre, ¿no? Asímismo, tambien todo lo que tiene que ver con las dificultades de ejercer estos ideales inalcanzables. Y, por lo tanto, por ejemplo, la dificultad o todo lo que tiene que ver con la incomodidad o con la insatisfacción o con, incluso, el no deseo de ejercer esos ideales. El típico y más habitual que, además, se convierte y se ha convertido casi en una nueva etiqueta patológica es la que tiene que ver con el rechazo justo posparto, la depresión posparto. Es decir, todo aquello que de algún modo cuestiona ese ideal de madre abnegada. Finalmente, respecto a la vulnerabilidad masculina también me gustaría añadir respecto a este modelo, que, claro, es un modelo que como se Conecta con los ideales de fuerza, de potencia, de valor. Supone asumir un determinado tipo de riesgos y de actividades que a menudo suponen riesgos en la salud serios. Desde realizar actividades muy arriesgadas, cómo asumir trabajos muy peligrosos o tóxicos en el que diríamos, asumir ese tipo de riesgos reforzaría ese ideal de la masculinidad. Pero que al mismo tiempo supone una fuente de riesgo en la propia salud evidente. Así mismo también, todo lo que tendría que ver con el abuso de productos y de sustancias tóxicas. A partir de lo que es la vulnerabilidad que surge también de la experiencia de la ruptura del vínculo matrimonial, de la pérdida de los hijos, etcétera. Finalmente, habría una vulnerabilidad de fondo aquí implícita de la que se habla mucho y que es evidentemente la que tiene que ver con la expresión de la violencia de género. En este sentido, la violencia masculina, machista perdón, tiene que ver con precisamente constituir uno de los riesgos en la salud para las mujeres en este modelo de forma más explícita y más dramática. En cuanto al modelo de género transicional, pensamos que es un modelo importante en nuestro estudio, porque precisamente es el que nos ha permitido entender cómo la contradicción entre el modelo de género tradicional y el transicional, crea un espacio, en el que la expresión del dolor cronificado es mucho más evidente. El modelo de género transicional, diríamos que se conecta con el contexto contemporáneo en Occidente de todas las políticas de igualdad. Son políticas de igualdad de género, ¿se entiende? que han sido fruto de multitud de luchas y de demandas desde los movimientos activistas feministas, desde lo que es su incorporación en el ámbito institucional. Que finalmente ha llevado a que desde el punto de vista formal se constituya un marco jurídico formalmente igualitario. Sin embargo esto, no ha supuesto su traducción práctica y concreta en la vida cotidiana. Diríamos que hay un GAP o una diferencia entre diríamos los principios democráticos que intentan establecer equidad de género, con su traducción concreta y práctica en la vida cotidiana. El modelo de género transicional surge en este contexto. En el que por ejemplo, uno de los mandatos fundamentales es precisamente el de poder realizarse profesionalmente para el caso de las mujeres. Hay que tener muy claro que el modelo transicional no implica decir que en el modelo tradicional las mujeres de determinadas posiciones sociales no tuvieron un empleo. Si no, significa qué lugar se les pone en su experiencia vital y en su trayectoria profesional el trabajo. Y ahí sí que se produce un cambio que voy a señalarlo un poco. En términos generales, el modelo transicional del punto de vista de su estructura o de su finalidad implica básicamente lo que es una constitución no tanto como núcleo básico la familia como el anterior, sino la pareja. Y diríamos que en este caso, el principio del vínculo amoroso es una condición. Mientras que en el modelo tradicional el vínculo amoroso era más bien un sobreañadido, que podía estar pero no tenía por qué estar o podía aparecer con el tiempo. En el modelo transicional el vínculo de pareja parte de que hay un vínculo amoroso. Por lo tanto, se parte de la idea de que la, ese vínculo puede ser permanente o no. Formalmente se plantea como una relación igualitaria no jerárquica, aunque luego en la práctica cotidiana ésto no se produce así. En todo caso, en este planteamiento, en este tipo de modelo siempre simplificamos, los modelos siempre implican simplificar la complejidad de la realidad. Supone que la familia es un proyecto de dos personas y por lo tanto la aparición de las criaturas, siendo un mandato deviene un mandato reflexivo. Es decir, se decide sobre el cuándo, sobre el cómo. No se cuestiona tanto si se van a tener o no hijos o hijas, sino cuándo y cómo. Es decir, se intenta conciliar de algún modo el mandato con el deseo. En el ámbito laboral, una de las fuentes de vulnerabilidad tienen que ver con las distintas discriminaciones que se padecen, los distintos techos de cristal. Así como también, todo lo que tiene que ver con la frustración en lograr el proyecto profesional, todo lo que es el acoso laboral, etcétera. Obviamente también es otra fuente de malestar y de sufrimiento que se expresa en la salud. Todo lo que remite a los conflictos de pareja respecto a la redistribución del trabajo doméstico. Por lo tanto, se convierte en un objeto problematizado, en el que normalmente supone un coste muy severo para la mujer en este tipo de modelo de género y diríamos una denuncia constante de los privilegios masculinos. En este modelo quizás se ve de forma aún más evidente el riesgo de violencia machista. Paradójicamente, los procesos de emancipación o los procesos hacia la transformación o hacia modelos más equitativos, generan respuestas también más violentas por parte de las parejas en este modelo. Por otro lado y para terminar, respecto a la vulnerabilidad masculina obviamente supone entrar en colisión con los mandatos masculinos que se han aprendido en los modelos tradicionales de género. Y por lo tanto, el poder compatibilizar mandatos que tienen que ver con empezar a desempeñar roles tradicionales femeninos, que en estos contextos son roles menos valorados y menos reconocidos. En este sentido, por ejemplo cómo poder asumir los roles de cuidado en este contexto en que el cuidado tiene un reconocimiento social menor y menos central en las vidas, como mínimo en nuestro contexto. Así mismo, implica también todo lo que es el de algún modo la nostalgia de roles de mayor dominio y de mayor imposición. Y por lo tanto, diríamos cierto desconcierto de los ideales masculinos ante las nuevas demandas y cambios que implican los nuevos ideales de la feminidad en este modelo. Finalmente, aparece también un cuestionamiento de la propia masculinidad de los propios ideales que tienen que ver con la, el ejercicio de la paternidad. Y por lo tanto también, toda la cuestión que tiene que ver con la dimensión de la sexualidad. Por lo tanto, el pasar a ser cuestionado en lo que serían por ejemplo, las relaciones íntimas desde el punto de vista de lograr o no la satisfacción de la pareja, etcétera. >> Muchas gracias Doctor Enrico Mora por su interesante aportación, que seguro que va a aportar elementos muy interesantes al contenido de este curso. [MÚSICA] [AUDIO EN BLANCO]