Si la ética tiene que ver con esa capacidad irrenunciable del ser humano de distinguir entre el bien y el mal y actuar en consecuencia, entonces ahora nos preguntamos, cuando hablamos de ética pública, ¿a qué nos referimos? ¿Qué queremos decir cuando decimos que los servidores públicos tienen que actuar éticamente? Lo primero que tendrÃamos que responder es qué es la función pública. Cuando una persona hace algo en nombre del Estado, trabaja para un gobierno, todo eso, genéricamente, le llamamos función pública, es decir, cuando nuestro quehacer lo ponemos al servicio de un gobierno por el bien común, para el bien común y siempre pensando, no en nuestro beneficio personal, sino en el beneficio de la comunidad a la que servimos y a la que nos paga por servirle. Toda actividad profesional tiene sus propios parámetros de ética. Igual que hablamos de la ética del servidor público, podemos hablar de la ética del médico, del abogado, del maestro, del psicoanalista, etcétera. Todas ellas tienen en común el bien actuar de las personas en favor de los demás, sin anteponer el interés personal por encima del bienestar común, sin hacer nada que pueda dañar a otra persona, o a la comunidad, ni dañarse a sà mismo. El servidor público debe actuar con responsabilidad y desempeñar sus funciones de la mejor manera posible. Cuando actúa con una cultura de servicio público, se ponen los intereses de los gobernados por encima de los propios, no se actúa en favor de los intereses personales, no se buscan ganancias personales a costa de pérdidas sociales. Esto no quiere decir que los servidores públicos no puedan cobrar por su trabajo. Tienen que recibir un salario justo por lo que hacen y estos salarios son diferentes, dependiendo de sus capacidades y el grado de su responsabilidad. Volvamos al ejemplo del tequila. No es que el tequila en sà mismo esté malo, pero si lo tomamos en exceso o lo tomamos a horas que no corresponde, estamos haciendo mal las cosas. Veamos el caso de los médicos. El médico atiende al paciente y cobra por ello. Cuando la prioridad del médico es el paciente estamos en orden, cuando la prioridad del médico es ganar dinero entramos en problemas. Lo mismo sucede con polÃticos y servidores públicos. Estas son formas honestas de ganarse la vida, pero si sólo son utilizadas como medio de enriquecimiento, la polÃtica y el servicio público se corrompen. La ética pública obliga a gobernantes electos o designados a manejar con honestidad los recursos públicos. Esto aplica, por igual, a los recursos financieros; es decir, dinero, recursos materiales, bienes de la Nación o recursos humanos, como el personal que está al servicio del Estado. Tanto falta a la ética pública el que toma dinero de las arcas públicas, como el que hace mal las compras para el Estado, o aquel que dispone del material del Gobierno, aunque sean unas simples fotocopias o un paquete de hojas; o aquel que contrata más personal del necesario, o pide a sus empleados que le hagan favores y tareas personales. A veces, no tomamos en cuenta que el tiempo también es un recurso público; y trabajar muy lento, o hacerlo ma, l o perder el tiempo en la oficina, también es una falta de ética porque nos están pagando, justamente, para que hagamos bien las cosas y en tiempo. Actualmente, la ética se liga a la transparencia, a la transparencia pública, a la posibilidad de dejar a todos los ciudadanos, a todos los gobernados ver qué es lo que está haciendo el funcionario público, con qué dinero lo hace, cómo gasta el dinero y también, inclusive, a explicar un poco las decisiones sobre las que se toma. Por eso, en el siglo XXI, la gran mayorÃa de los paÃses, entre ellos México, han aprobado sus leyes de Transparencia y Acceso a la información pública, que no son otra cosa que mecanismos para decirle al ciudadano, "ven y revisa mi trabajo, no tengo nada que ocultarte". Anteriormente, la ciencia de la administración pública sostenÃa que realmente ética sólo recaÃa en aquellos gobernantes electos o en los más altos funcionario, porque eran los que tomaban decisiones. Esto ha cambiado mucho en la concepción, actualmente. Se reconoce que todo funcionario público, en cualquier escala de la burocracia, en realidad, está tomando decisiones cotidianas, decide hacer bien o hacer mal su trabajo y, en ese sentido, podemos hablar que, actualmente, reconocemos que todo burócrata, todo servidor público, todo personal electo, todos ellos tienen la obligación de actuar con ética pública porque son responsables, cada uno de ellos, de sus actos en proporción a la posibilidad de decisión que tienen que tomar.