Podemos definir a la ética como el conjunto de reglas morales que guÃan la conducta humana, que nos ayudan a entender lo que está bien y lo que está mal. Ahora bien, si la definimos como el conjunto de reglas morales, tenemos que tratar de entender a qué nos referimos con reglas morales, y tenemos que pensar en esto como aquello relativo a las acciones de los seres humanos, la capacidad que tenemos para distinguir lo que nos beneficia o lo que nos perjudica, ya bien sea a nosotros como personas, o a la comunidad con la que vivimos, porque muchas de nuestras acciones pueden hacer bien a la comunidad o mal. Y esta comunidad puede ser algo muy pequeño como nuestra familia, nuestro salón de clases, el lugar en el que trabajamos o, ya pensando más macro, la ciudad, el pueblo o, inclusive, el paÃs completo. Cuando hablamos de ética y de moral, hablamos de nuestra capacidad de distinguir lo que está bien y, por lo tanto, aquà entran dos caracterÃsticas esenciales del ser humano, en primer lugar, la razón, la capacidad que tenemos de pensar y, en segundo, la libertad, la posibilidad que tenemos de decidir cómo hacer las cosas. Gracias a que somos seres racionales, tenemos la posibilidad de distinguir entre el bien y el mal, sabemos que ciertas cosas que hacemos pueden beneficiarnos, y otras, por el contrario, perjudicarnos. También podemos distinguir que hacemos cosas que benefician a nuestra comunidad, familia, pueblo, municipio, estado o, inclusive, a la nación, y otras que le generan algún perjuicio. La razón nos sirve para distinguir entre el bien y el mal, y la libertad, para escoger lo que podemos hacer. Es decir, nosotros tenemos la voluntad de hacer las cosas que están bien, o las cosas que son buenas, o bien, hacer las cosas que están mal o que son malas. Pongamos, por ejemplo, cuando decidimos tomar una copa de tequila o, quizá, una taza de café. Tomar una taza de café no me perjudica, tomar diez litros de café al dÃa, seguramente, me pone el pulso asà y me pone muy mal. Tomar un tequila en la comida no hace daño, tomar diez botellas de tequila en una semana, por supuesto que me perjudica, perjudico a mi comunidad al embriagarme y, además, también perjudico mi salud y mi hÃgado. Yo puedo decidir si tomo tequila, o si tomo café, si tomo agua, cuánta tomo y en qué momentos es propicio hacerlo. Cada vez que tomo esas decisiones, finalmente, estoy ejercitando mi ética. Tenemos que reconocer que la ética es una suerte de voz interna que nos va a estar diciendo cuándo las cosas están bien, o cuales cosas son mejores, y cuándo son malas. Podemos fingir que no reconocemos, pero lo que no podemos hacer es engañarnos a nosotros mismos. De alguna manera, la ética es como un músculo que tenemos que ejercitar. En la medida en la que somos conscientes de las decisiones que tomamos, vamos ejercitando la ética y, cuando llegan decisiones complicadas, tenemos un músculo más fuerte o menos fuerte. La ética personal, asà como la ética colectiva, puede fortalecerse o debilitarse. En la medida en la que constantemente actuamos bien, vamos a tener mayor posibilidad de escoger por el bien. Cuando las sociedades son muy corruptas, es porque nos hemos querido acostumbrar a no escuchar a nuestra conciencia y no reconocer el bien y el mal, o pensar que todo es pasado.