Otra clase de adjetivos que también se recategorizan con mucha facilidad son los gentilicios, y tal vez también porque es más fácil aludirlos a ellos como grupos: los iraquíes, los franceses, los chinos, los japoneses, los argentinos, etcétera. Fíjense cómo son palabras que en su origen son adjetivos, pero que se usan muy comúnmente como nombres. Estamos viendo cómo entonces la frontera entre sustantivos y adjetivos es un poquito difusa. Son las dos categorías que más se parecen. Muy bien. Una forma que existe, muy productiva, y que se usa muchísimo en español para convertir adjetivos en nombres, sobre todo adjetivos llamados calificativos, que son los descriptivos, que hablan de propiedades, características de los nombres, etcétera, la forma de recategorizarlos, la forma más evidente, es cuando empleamos el artículo neutro "lo". Fíjense. Piensen en todos los adjetivos: dulce, ácido, polvoso, lechoso. Si uno dice "lo lechoso no me gusta", por ejemplo. "Lo lechoso". Lechoso, ya es nombre. Lo polvoso, lo dulce, lo alto, lo bonito, lo negro, hasta los de color. Es el recurso más común. Al tomar un adjetivo de estos calificativos, anteponer el "lo", "lo alto", en su forma masculina, y ya está. Ya con eso tenemos un nombre. Quizás conviene mencionar algunos adjetivos que en su origen son adjetivos, claro, pero que prácticamente nunca se usan como adjetivos. Ya se convirtieron en nombres. Es impresionante ver cómo siempre se usan como nombres. La palabra "amigo", en su origen era adjetivo. ¿Pero cuándo lo usamos como adjetivo? Cuando decimos "países amigos", ahí es adjetivo. Pero en general nosotros decimos "invité a unos amigos". Fíjense como ya es nombre. "Mis amigos". "Jóvenes", también. El joven, los jóvenes. "Oiga, joven". Ya son nombres, son sustantivos, pero en su origen eran adjetivos. Y por ejemplo, "joven" se puede usar como adjetivo también cuando uno dice "es un nombre joven". Ahí es adjetivo. Pero observen el uso y cómo decimos, cómo usamos esa palabra más como nombre. Tal vez más como nombre. "Misionero", probablemente es otra palabra que también... Es decir, hay unas palabras que ya están prácticamente recategorizadas, porque prácticamente ya se usan solo como nombres. Sobre esto de la recategorización, tendríamos que decir también que en realidad todas las clases de palabras léxicas se pueden sustantivar, recategorizar. Los verbos son también muy frecuentes, cuando los usamos en infinitivo, por ejemplo. Tienen funciones nominales, por eso podemos convertir un infinitivo en sujeto y decir, "dormir es muy rico", "comer es divertido". Los infinitivos se pueden recategorizar. Nunca pierden su calidad de verbo, pero agregan un rasgo nominal a su naturaleza. Por supuesto, los participios se recategorizan porque los participios son adjetivos. Entonces, por eso podemos decir "lo cocinado", "lo barrido", "lo leído", etcétera. Los adverbios también se pueden recategorizar, es menos frecuente, pero podemos decir "'jamás' es un adverbio". Pero puedo decir "nunca oí un jamás de sus labios", por ejemplo. "Un jamás". Fíjense como ya es nombre, tiene un determinante. "El ayer". Uno puede decir "el ayer no existe", por ejemplo. Es nombre también. Las preposiciones son las que menos se pueden recategorizar. Solamente cuando decimos "los pros", "los contra", cosas así, ya muy lexicalizadas. Ahora, las conjunciones son la clase de palabras que tampoco suelen sustantivarse. Pero no falta que uno encuentre usos. Por ejemplo, la conjunción "pero", la adversativa "pero": "Encuentro muchos peros a tu trabajo", por ejemplo. "Vemos muchos peros". Fíjense como le puse un cuantificador, está sustantivado. Entonces, las palabras que más se recategorizan como nombres, son los adjetivos, por su cercanía con ellos; los verbos también lo hacen. Las preposiciones menos, los adverbios menos, y las conjunciones menos todavía. Pasemos entonces a ver algo que resulta de mucho interés: las clases de nombres, que podemos distinguir en nombres. Esas clases, que tienen un efecto en la sintaxis y que por ello resulta interesante, porque los usamos de maneras distintas a estos nombres. Pasamos a revisar esto. Sobre las clases, un primer grupo muy sencillo que podemos revisar para ver que no tiene en realidad relevancia para la gramática, es la distinción entre nombres llamados concretos y abstractos. Es una distinción antigua que se hacía con base en el sentido, pero que no revierte ninguna importancia para la sintaxis, para la gramática. Se decía que los concretos eran los nombres tangibles, visibles, dibujables, representables, como niño, árbol, casa, carro, suéter, pizarrón, etcétera. Y que los abstractos eran la blancura, la pobreza, la ignorancia, la belleza, nombres de estos. Pero, fíjense ustedes que no tiene una repercusión en la gramática, absolutamente. Entonces no es relevante esta distinción y la despachamos. No tiene ningún caso. Quizás conviene mencionar en los dos grupos de nombres, como son los individuales y los colectivos. Los individuales, que son los que aluden a una entidad, a un objeto, a un animal, etcétera, y los colectivos, que se refieren a un conjunto de elementos parecidos, distintos o similares o iguales. Veamos algunos casos de estos colectivos.