Me parece importantísimo que la política en España tenga una base de lucha por el interés general. >> Tendremos que estudiar si es necesario si es conveniente para España deberemos saber cuales son las condiciones y a la vista de todo eso tomaremos una decisión. En cualquier caso yo quiero adelantarle que la decisión que yo tome será una decisión que defienda los intereses generales de los españoles que va a ser el único criterio que me va a mover a la hora de tomar decisión en un tema tan importante como este. Muchas gracias. >> Y cada vez, y no es alusivo, cada vez que se tomen decisiones que no vayan en el leal entender de cada uno buscando el interés general, el bien común de todos los españoles uno se confunde sea político, sea empresario, sea lo que sea, uno se confunde. Por tanto que las decisiones se toman por el interés general me parece bien, que se toman por otras razones no me parece nada bien. >> you lo habéis visto a los políticos les gusta invocar el interés general para justificar o legitimar sus decisiones. El buen gobernante según este punto de vista sería aquel que no tiene servidumbres a intereses particulares y también suficientemente competente para solucionar lo que a menudo ellos mismos denominan los problemas reales de la gente. Pero fijémonos bien, este argumento es un poco tramposo y es que raramente existe tal cosa a la que podamos llamar el interés general de todos los españoles o de los ciudadanos de cualquier otro país para el caso o que podamos llamar los problemas de la gente, de toda la gente. La gente suele tener ideas bastante distintas sobre cuales son sus problemas y qué esperan de los poderes públicos al respecto. Vamos a verlo con algunos ejemplos. Empecemos por la situación más sencilla, una comunidad extremadamente pequeña, pongamos un edificio con 10 viviendas en que cada mes porque lo decidieron un día los vecinos hacen una pequeña aportación a un fondo para contingencias, es decir para cuando algún día surja la necesidad de arreglar el ascensor o reparar una cañería o pintar la fachada. Hasta que sucede que un día una reunión de la comunidad hay un vecino que propone dejar de hacer esta aportación you que no hay ninguna necesidad urgente a la vista y porque él ha perdido el trabajo hace poco y le viene muy mal pagar esta cantidad, pongamos 50 euros al mes. Es un argumento totalmente legítimo y razonable que todo el mundo comprende. Sin embargo otra vecina pide la palabra, una señora mayor que se opone. Ella cobra una pensión, sabe que puede pagar los 50 euros al mes y esto le da seguridad porque si algún día surgiera algún problema en el edificio con el ascensor, las cañerías, no tendría que hacer frente una derrama de golpe de 500, 1000 o 2000 euros que quizás no podría pagarle y generaría un gran problema. Para ella estos 50 euros son el precio de la tranquilidad, otro argumento legítimo y razonable. La cuestión ahora no es quién tiene razón o qué pueden hacer los vecinos de esta comunidad. La cuestión que queríamos destacar es que de una comunidad tan pequeña, 10 hogares y ante un problema tan sencillo no existe nada a la que pudiéramos llamar el interés general de los vecinos. Cada vecino tiene su propio problema, uno su seguridad económica presente, otra su seguridad económica futura y cualquier decisión que se tome implicará que alguien gana y otro pierde. Cambiemos ahora de escenario, pensemos en algunas calles de Barcelona donde el bullicio nocturno se ha convertido en norma. Quienes tienen bares y restaurantes en los bajos de los edificios, los que podríamos llamar los vecinos de abajo quieren que el ayuntamiento les de licencia para poner más terrazas, más mesas y más sillas en la calle con el legítimo interés de ganarse mejor la vida y generar actividad económica. Quienes viven en los pisos o apartamentos la parte de arriba de los mismos edificios por tanto les podíamos llamar los vecinos de arriba quieren que el ayuntamiento deniegue y retire las licencias para estas terrazas, mesas y sillas también con un noble propósito, el de poder dormir bien por las noches. De nuevo una calle probablemente con no más de unos centenares de personas no hay nada a lo que nosotros pudiéramos llamar el interés general de todos ellos o el problema de la gente. Haga lo que haga el ayuntamiento con las terrazas de los bares unos ganarán y otros van a perder con la decisión. La existencia de ganadores y perdedores es la forma general en las políticas públicas especialmente si nos elevamos al ámbito de las grandes decisiones. A mayor número de personas mayor número de intereses mayor número de valores, ideas y problemas que entran en juego y por tanto mayor dificultad para que una decisión pública lo satisfaga a todos ellos. Por ejemplo, subir el impuesto sobre la renta para cubrir el coste creciente del sistema sanitario implica un coste para quienes pagan y un beneficio para los usuarios de servicio sanitario público. Incrementar la ratio de la escuela pre-infantil pública, pongamos por ejemplo de 12 a 15 alumnos por grupo. Los maestros pierden you que ahora con un grupo mayor soportan una mayor carga de trabajo y de estrés. Los 12 alumnos que hubieran igualmente accedido a este servicio pierden en calidad puesto que ahora un mismo alumno está en un grupo más grande y recibe una menor fracción de la atención de sus maestros pero ganan los tres alumnos adicionales y sus familias obviamente, puesto que antes se quedaban sin plaza y ahora gracias al incremento de ratio ahora tienen una plaza en la guardería. Otro ejemplo, dedicar el incremento del presupuesto de agricultura a subvencionar el maíz en lugar de subvencionar el tomate. ¿Quién gana? Gana quienes cultivan maíz, dejan de ganar o pierden quienes cultivan el tomate. Ubicar la estación de tren de alta velocidad en Tarragona en lugar de hacerlo en Reus, una ciudad que está muy cerca, ganan los de Tarragona pierden los que viven en Reus. Una nueva regulación ambiental implica un coste para la industria porque deben poner unos nuevos filtros en las chimeneas que quizás son caros y un beneficio para quienes respiran un aire más limpio. Tomar consciencia de que existen ganadores y perdedores nos sirve en primer lugar para poner sobre la mesa una reflexión. La política así escrita en P mayúscula es una actividad más elevada y más compleja de lo que a veces nos queremos. Decidir y actuar no consiste solo en ser un administrador competente y diligente de los problemas de la gente. Consiste en distribuir costes y beneficios o conseguir generar acuerdos que repartan de forma aceptables las razones y las frustraciones o en hacer un ejercicio de autoridad para imponer un ganador sobre un perdedor sobre la base de determinadas ideas y valores. En segundo lugar apuntaremos una consecuencia a efecto del proceso de formación de las políticas. Puesto que las decisiones que toman los gobiernos como hemos dicho pueden generar ganadores y perdedores, si la gente se da cuenta y anticipa que puede ganar o perder con una determinada decisión lo normal es que se movilice de alguna manera para conseguir que la decisión del gobernante sea la que más conviene a sus intereses o la que mejor encaja con sus valores e ideas. Por eso la gente, las organizaciones, los sindicatos, las asociaciones de vecinos, empresas, etcétera se constituyen lo que llamamos actores que tratan de influir en las políticas públicas. Es cierto que formalmente el poder y la capacidad legal para tomar las decisiones las tiene el gobierno elegido democráticamente pero la democracia no consiste solamente en votar y luego quedarse en casa a aceptar pasivamente cualquier decisión que tome le gobernante sino que consiste también en que una pluralidad de actores trate de influir, argumentar, denunciar, manifestarse, hacer campañas, donar dinero, intentar empujar o frenar de alguna manera en casi todos los ámbitos en los que se producen los problemas colectivos. Por ello, el politólogo Charles Lindblom dijo que el proceso de formación de las políticas públicas responde más a un proceso de interacción que a uno de acción o dicho de otra forma, el proceso de formación de las políticas públicas es fundamentalmente político, esto tampoco debería de ser una sorpresa. Lo que hemos dicho hasta ahora no quisiéramos que se confundiera con una declaración de relativismo, es decir puesto que todas las políticas implican ganadores y perdedores no hay políticas mejores que otras porque todo depende de quien lo mire, no se trata de eso. Sencillamente lo que queríamos destacar es que al no haber intereses y valores unánimemente compartidos por toda la población lo normal excepto quizás en algunos asuntos que se mueven en una arena muy técnica es que haya conflicto y por lo tanto hay apolítica y por lo tanto haya movimiento de actores detrás del proceso de formación. Por otra parte tampoco quisiéramos que te imaginarais este conflicto como un conflicto entre personas u organizaciones con las ideas muy claras siempre buscando cada uno el interés propio y dedicarnos a peleas entre ellos para ver quien se lleva el gato al agua, a veces es así pero no siempre. En la sesión tres que hablaremos sobre actores veremos que los actores que influyen en el proceso de formación de las políticas públicas son de tipo diverso, intentan representar intereses también diversos que no siempre son el interés propio y que juegan roles muy distintos en el proceso. También quisiéramos destacar otra cosa y es que el conflicto existe no solo entre personas o actores sino también entre los valores e intereses dentro de una misma persona o un mismo actor. Por ejemplo, si a mi me preocupa la escuela pública, yo soy un gobernante y la quisiera mejorar, ¿mejorar en qué? En excelencia, en igualdad, en promover el espíritu crítico de los niños, en todo me gustaría pero la reforma que probablemente incrementa más la proporción de alumnos con resultados excelentes no necesariamente es la más adecuada para reducir la proporción de los niños con los resultados peores o la que más estimula su creatividad y su espíritu crítico. Hay un permanente trade-off que se dice en inglés entre nuestros diversos valores e intereses, aunque todos los valores sean buenos, es complicado satisfacerlos todos a la vez. La política pública que más mejora un criterio no es la misma que mejora oro y por tanto cuando uno decide implicar a promover un criterio sobre otro trenes más rápidos o más baratos, parques naturales mejor conservados o más accesibles para que puedan ser más visitados, mejores servicios públicos o menos impuestos. El óptimo absoluto para todos los criterios es muy raro. Por tanto decidir no solo implica dar la razón a unas personas sobre otras sino también implica priorizar unos valores sobre otros. Unos ganan mientras que otros se resienten.