Llegamos a la octava y última lección del curso. Que, como podéis ver, hemos llamado Rosetta. En la primera parte de esta lección, estudiaremos el desciframiento de las escrituras egipcias. Mientras que en la segunda parte trataréis de la historia del Egipto Greco-Romano. Vamos a dedicar este primer vídeo a los jeroglíficos egipcios desde la antigüedad tardía hasta Champollion. Mientras que el segundo vídeo de la lección estará dedicado especificamente a Jean Francios Champollion y al desciframiento de los jeroglíficos egipcios. Para poder comprender cual era el concepto que los europeos de la época de Champollion tenían de los jeroglíficos egipcios, debemos remontarnos a la antigüedad tardía. En Época Romana, siglos I-IV después de Cristo, los jeroglíficos se esculpen prácticamente sólo en los muros de los templos ptolemáico-Romanos, como los de Esna y Filae, en textos mitológicos y litúrgicos, y su conocimiento está cada vez más restringido a unos pocos sacerdotes y escribas de estos templos. Los autores grecolatinos y coptos, que no tienen ninguna relación con estos templos, sin conocer directamente la escritura jeroglífica, hablan de ella en unos términos que, poco a poco, van dando lugar a la tradición tardoantigua y después europea de que los jeroglíficos constituyeron un sistema no lingüístico, sino meramente simbólico. Es decir, un sistema cuyos signos no servían para anotar mensajes lingüísticos. Sino que eran símbolos universales de verdades arcanas y esotéricas, susceptibles de ser interpretados independientemente de lengua alguna. Por eso, en los frontispicios de los libros de la Época Renacentista y Barroca Europea, como el que podéis ver en la fotografía de la derecha, a menudo se representaban obeliscos con signos jeroglíficos de fantasía en obras, sobre todo, que trataban del simbolismo de las imágenes. Uno de los autores grecolatinos que de manera más explícita se refiere a los jeroglíficos egipcios es Clemente de Alejandría, que vivió a caballo entre los siglos II y III después de Cristo. En sus Stromata explica lo siguiente, "Así, aquellos que entre los Egipcios reciben instrucción, aprenden en primer lugar el método de escritura egipcia llamado epistolográfico. Se trata de la escritura demótica. En segundo lugar, el método hierático, usado por los escribas de los templos; y finalmente terminan por el método jeroglífico. Que, en parte, dice Clemente, se expresa propiamente por medio de las letras elementales, como es el caso del signo del agua que tenéis a la derecha, que sirve para anotar simplemente la consonante "N". Y en parte, sigue diciendo Clemente, es simbólico, como es el caso del signo del sol, que también tenéis a la derecha. Que sirve para anotar él solo la palabra "Ra" que significa Sol, es decir, aquello que el signo mismo representa. En tanto que simbólico, añade Clemente, bien se expresa propiamente por semejanza, bien se escribe como por medio de metáforas, bien es abiertamente alegórico y procede por enigmas. Y a continuación, Clemente explica qué quiere decir con todo esto. "Así, si quieren escribir "sol" hacen un circulo y para "luna" la forma de un creciente; esto según la especie que se expresa propiamente". Aquí, alude Clemente, a los signos que significan aquello que representan. Como es el caso del signo del sol y del signo de la luna, que tenéis a la derecha, que sirven para anotar respectivamente las palabras "ra" y "iah" que significan sol y luna. Pasemos a la especie de las metáforas, sigue diciendo Clemente. Llevan a cabo transferencias o cambios según una relación de afinidad. Y esculpen así los signos haciendo sustituciones y modificando sus formas de diversas maneras. Aquí Clemente alude a signos que guardan una relación metafórica con aquello que significan. Como es el caso del signo de la vela henchida para anotar la palabra "tjau" que significa viento, o el signo de la banderola que es el emblema de divinidad en el Antiguo Egipto y que sirve para escribir la palabra "netjer" que significa "Dios". "Y aquí un ejemplo del tercer género", acaba diciendo Clemente. "El que utiliza los enigmas, representan el sol por medio de un escarabajo, porque este último fabrica con estiércol de un buey una suerte de bola que hace girar tras él. Este animal, dicen además, pasa seis meses bajo tierra y el resto del año por encima; pone sus huevos en la bola y así engendra; no existe escarabajo hembra". Aquí Clemente no está del todo acertado porque los egipcios no representan el sol por medio del escarabajo. Sino que el escarabajo sirve para escribir el nombre del Dios Khepri, que es el Dios Sol de la mañana. Retomemos la parte más importante del escrito de Clemente de Alejandría. La que dice que el método jeroglífico, en parte, se expresa propiamente por medio de las letras elementales y en parte es simbólico. ¿Qué quiere decir exactamente con esto Clemente? Las letras elementales son, para Clemente, signos que anotan sonidos. Es decir, signos en los que la imagen no interviene en la codificación del mensaje lingüístico. Son signos que nosotros llamaremos, en el tercer vídeo de esta lección, signos fonéticos. Como el que tenéis a la derecha, el signo del agua, que you hemos visto. El signo del agua sirve para anotar la consonante "N" independientemente de que represente el agua. Es decir, el hecho de que represente el agua, no interviene en la codificación del mensaje lingüístico, puesto que el signo sirve tan sólo convencionalmente para anotar la consonante "N". Y por simbólico, entiende Clemente, signos que anotan palabras en virtud de reproducir plásticamente el significado de estas palabras. De manera directa, o más metafórica o alegórica. En ese caso, pues, la imagen interviene en la codificación del mensaje. Se trata de los signos que nosotros llamaremos signos léxicos o semánticos. Un ejemplo es el signo del sol, que you hemos visto. Que sirve para anotar la palabra "ra" que significa sol. Es decir, aquello mismo que el signo representa. Clemente de Alejandría demuestra un conocimiento indirecto pero bastante certero de lo que son las categorías de signos del sistema jeroglífico. Aún así, empieza a explicar alguno de estos signos, como es el caso del signo del escarabajo a través de nociones simbólicas. Cosa que se acentuará en los tiempos siguientes. Pero dejemos por un momento los jeroglíficos y tomemos en consideración algunas fechas señaladas de la antigüedad tardía. En el año 313, el emperador romano Constantino promulgó el Edicto de Milán. A través del cual dio libertad de culto a los cristianos. En el año 380, otro emperador, Teodosio, a través del Edicto de Tesalónica convirtió el cristianismo en la religión oficial del Estado Romano. En 392 el mismo emperador Teodosio promulgó un Edicto por el cual ordenó cerrar todos los templos paganos del Imperio Romano. Todos excepto uno, el Templo de Filae, cuyo pilono podéis ver en la fotografía de la derecha, tomado desde el patio interior. En efecto, en el Templo de Filae, tanto los egipcios como los Nubios, que vivían en la Baja Nubia, es decir, en el territorio del Nilo, comprendido entre la primera y segunda catarata, adoraban a la Diosa Isis y a otra divinidades Nubias. Para no ofender a estas poblaciones Nubias, que eran vitales para el tráfico comercial en esta zona del Nilo, los romanos decidieron mantener abierto el Templo de Filae. Y de ahí procede, efectivamente, la última inscripción jeroglífica de fecha conocida. Que data del año 394 y que está esculpida en la llamada Puerta de los Antoninos del mismo Templo de Filae. Como tuvimos ocasión de ver en los vídeos de la lección tercera de este curso. En el año 395 murió Teodosio y el Imperio Romano se dividió, definitivamente, en Imperio de Occidente e Imperio de Oriente o Bizantino. En el año 551 el emperador Bizantino Justiniano, a través de un Edicto ordenó el cierre definitivo del Templo de Filae. Y en el año 553 el obispo bizantino Teodoro consagró el Templo de Filae como iglesia cristiana bajo la advocación de San Esteban. Con el final del Templo Pagano de Filae y de los últimos sacerdotes que allí vivían, el conocimiento de los jeroglíficos cayó definitivamente en el olvido. Al final de la Antigüedad, mientras los jeroglíficos quedan confinados en el Templo de Filae y después desaparecen como escritura, la idea de los propios jeroglíficos como conjunto de símbolos y no como sistema de signos para anotar mensajes lingüísticos, se fue afianzando. En ello tuvo un destacado papel Horapolo, un Alto Egipcio de cultura Copta que vivió en el siglo IV o V después de Cristo y que escribió en Copto una obra que después fue traducida en Griego con el nombre de "Hyeroglyphica". En ella, Horapolo explica 189 signos jeroglíficos, algunos auténticos y otros no. De todos ellos da el significado y después intenta argumentar el por qué de este significado. En la mitad de los casos el significado es correcto, pero nunca lo es la explicación del mismo. Cedamos la palabra a Horapolo: "Qué quieren decir los Egipcios, escribe, cuando dibujan un buitre". A la derecha tenéis el signo jeroglífico del buitre. Para escribir “madre” dibujan un buitre porque no hay macho en esta clase de animales, y su nacimiento se produce del modo siguiente: cuando el buitre desea concebir, poniendo su vulva hacia el viento Boreas, es cubierto por él durante cinco días, en los que no toma ni comida ni bebida, ansiando la procreación. Hay también otras clases de aves que quedan preñadas por el viento, cuyos huevos sólo son apropiados como comida, pero no para producir vida, mientras que el nacimiento de los huevos de los buitres cubiertos por el viento da lugar a seres vivos”. Es cierto que el signo jeroglífico del buitre sirve para escribir la palabra madre, pero no es cierta obviamente la explicación de Horapolo. En efecto, el signo del buitre sirve para escribir la palabra madre en virtud de que se trata de un signo fonético que anota las consonantes m, w y t, que son las tres consonantes que sirven para escribir justamente la palabra madre en Egipcio, que es mwt. Lo mismo sucede con otros signos como el de la oca o el de la liebre. Volvamos a ceder la palabra a Horapolo. "Cómo escriben “hijo”. Cuando quieren escribir “hijo” pintan una oca. Pues este animal es muy amante de sus crías. Si alguna vez se da el caso de que sea perseguido para cogerlo con sus polluelos, el padre y la madre se entregan voluntariamente a los cazadores para que sus crías se salven”. Y finalmente, “Cómo representan “apertura”. Cuando quieren indicar “apertura” pintan una liebre, porque este animal tiene siempre los ojos abiertos”. Es cierto que apertura se escribe con el signo de la liebre y es cierto que hijo se escribe con el signo de la oca, pero no son ciertas estas explicaciones de carácter simbólico que Horapolo da a estos signos y que va a ser lo que a partir de ahora los caracterizará e interesará de ellos. El periodo bizantino en Egipto concluyó en el año 640, cuando se produjo la conquista árabe del país. Los árabes, como sabemos por los vídeos de la lección tercera, llamaron a los nativos del país del Nilo qibt, palabra que deriva del gentilicio griego aigyptios, “egipcio”. De qibt procede el término copto, que en principio significa “nativo de Egipto”, “egipcio”. Pero puesto que en el momento de la conquista los nativos de Egipto son todos cristianos, copto significa también “cristiano de Egipto”. Entre los siglos siete y nueve el copto, que como sabemos es el último estadio evolutivo del antiguo egipcio, y el árabe conviven en situación de bilingüismo. Entre los siglos nueve y 14, poco a poco sin embargo, se pasa a una situación de predominio del árabe sobre el copto, y este último deja de utilizarse en la creación literaria escrita: la mayoría de los códices de esta etapa no recogen textos nuevos, sino que son copias de textos anteriores. Entre los siglos 14 y 17, el copto queda relegado al uso cotidiano hasta que se pierde como lengua hablada. Es interesante observar que a partir del siglo 11 los coptos, precisamente porque empiezan a ver que su lengua retrocede frente al árabe, componen una serie de gramáticas coptas en árabe y de glosarios copto-árabes, las llamadas scalae. Estos textos serán fundamentales en el comienzo del largo proceso de desciframiento de las escrituras egipcias que comenzó en Europa en el siglo 17. En la fotografía de esta diapositiva, podéis ver una página de una de estas scalae. En concreto se trata de una lista de vegetales, a la derecha podéis ver los términos árabes y a la izquierda, su traducción en copto. Como sucede en tantos otros ámbitos de la historia de la cultura, en la Edad Media el testigo del interés por los jeroglíficos egipcios pasa de los autores grecolatinos a los autores árabes. Se trata de alquimistas y místicos que participan de las corrientes esotéricas y herméticas medievales, que hacen del Egipto faraónico la cuna de los saberes arcanos y de la mística. Pero sus fuentes no son sólo los autores grecolatinos y Horapolo, sino también los textos coptos, los antiguos papiros egipcios en hierático y demótico y las inscripciones jeroglíficas de los monumentos, a todo lo cual tienen acceso directo. Estos autores establecen tres cosas fundamentales. En primer lugar, que los coptos y la lengua copta son los herederos directos de los egipcios faraónicos y de su lengua. En segundo lugar, que el alfabeto copto es una mezcla de antiguas letras nativas y de letras griegas, cosa que you sabemos por los vídeos de la lección tres. Y en tercer lugar, que los jeroglíficos son de dos tipos: fonéticos, es decir, anotan sonidos y simbólicos, es decir, representan ideas o anotan palabras enteras. A estas mismas conclusiones llegarían los europeos unos cuantos siglos más tarde. El más importante de los autores árabes es Ibn Wahshiyah, que vivió a caballo entre los siglos nueve y diez, y que compuso un libro titulado: Libro del deseo del apasionado por el conocimiento de los símbolos de las escrituras. Este libro está dedicado a todas las escrituras de la antigüedad, pero la escritura jeroglífica egipcia tiene un peso específico muy importante. Entre otras muchas aportaciones, Ibn Wahshiyah aísla lo que él considera que son los 38 signos del alfabeto jeroglífico, y da sus equivalentes árabes, fonéticos. Es decir, establece una relación directa entre estos signos y las letras del alfabeto árabe. Formalmente, muchos de los signos aislados por Ibn Wahshiyah son efectivamente signos jeroglíficos, otros no lo son. Pero las equivalencias fonéticas no son válidas en ningún caso. De todos modos, la aportación de Ibn Wahshiyah es muy importante, porque insiste en el carácter fonético de algunos jeroglíficos egipcios. Cosa que contrasta con lo que sucederá en Europa antes de Champollion, en que la escritura jeroglífica será considerada como una escritura meramente simbólica. Y pasemos you justamente a la Europa del Renacimiento, del Barroco y de la Ilustración. En este momento, la civilización egipcia ejerce una poderosa fascinación porque sigue siendo sentida como depositaria de una profunda sabiduría “velada” y enigmática, que resulta fuertemente estimulante para filósofos, hermetistas y artistas. Los jeroglíficos son la expresión de esa sabiduría y por eso se los sigue considerando como símbolos y no como signos escriturarios. En 1422 llega a Florencia una copia griega de los Hieroglyphica de Horapolo, obra que pronto circula por Italia en distintas copias y que inspira el tratado de Pierio Valeriano de Belluno, titulado asimismo Hieroglyphica, también destinado a tener una gran difusión y repercusión. Este tratado, sin embargo, no es you una aproximación a los jeroglíficos egipcios, sino más bien un compendio de alegorías renacentistas. En el siglo 17 vivió Athanasius Kircher, un jesuita de origen alemán que ejerció en Roma. Kircher tuvo numerosos intereses, entre ellos muy especialmente los estudios coptos, de los cuales es considerado el fundador. En 1636 publicó su obra Prodromus coptus sive aegyptiacus, que constituye la primera gramática y vocabulario de la lengua copta escritos en Europa. A partir de este momento, el copto es una lengua perfectamente conocida en los medios académicos europeos. Kircher hizo también un intento de interpretación de los jeroglíficos, pero desde una perspectiva equivocada. Puesto que, de acuerdo con la idea del momento, los jeroglíficos eran símbolos, había que descubrir qué idea neoplatónica subyacía a cada uno de ellos e interpretar las secuencias jeroglíficas en función de la combinación de tales ideas. Así, Kircher interpretó el cartucho del rey Apries, que tenéis en la parte inferior de la diapositiva y donde simplemente está escrito el nombre del rey Wahibre, que es la forma egipcia correspondiente al griego Apries, de la siguiente manera: “Los beneficios del divino Osiris deben conseguirse por medio de ceremonias sagradas y de la serie de los Genios, con el fin de que puedan obtenerse los beneficios del Nilo”. Esta interpretación es bien elocuente. you en la ilustración, el abate francés Jean Barthélemy, que es el descifrador del fenicio, intuyó correctamente que los cartuchos que tan a menudo se veían en los textos jeroglíficos egipcios encerraban nombres de reyes. Esta intuición fue asumida a partir de entonces como un hecho establecido. Entre 1798 y 1801, tuvo lugar un acontecimiento histórico de trascendental importancia para la historia del desciframiento de las antiguas escrituras egipcias. Nos referimos a la expedición de Napoleón Bonaparte en Egipto. Francia pretendía controlar esta provincia del Imperio turco, entonces abandonada al caos y a la anarquía, para debilitar el poder de Inglaterra en el Mediterráneo Oriental y sobre todo para bloquear sus relaciones con su imperio colonial asiático. Pero Napoleón no fue a Egipto acompañado solo de soldados. Como es bien sabido, también se llevo consigo un nutrido grupo de sabios para que realizaran un estudio del país desde todas las perspectivas posibles, la fauna, la flora, la geología, la geografía, la antropología física, la economía y también, por supuesto, los monumentos antiguos y la historia farónica de Egipto. En la fotografía de esta diapositiva podéis ver a Napoleón en las pirámides de Giza observando la apertura de un sarcófago dentro del cual hay una momia, rodeado de parte de los miembros de esta expedición de sabios que le acompañaban. En plena campaña napoleónica en Egipto en 1799 tuvo lugar el descubrimiento de la piedra de Rosetta. La famosa estela fue sacada a la luz por un grupo de soldados franceses que excavaban los cimientos de un fuerte en la localidad de Rosetta, llamada en árabe Rashid, situada al norte del delta cerca de la desembocadura del brazo occidental del Nilo, y que aquí podéis ver en dos litografías de la época. El oficial al mando de estos soldados Pierre Bouchard, entendió enseguida la importancia del documento y lo envió al Cairo para que fuera estudiado por los sabios de la expedición. La piedra de Rosetta contiene tres textos escritos en tres sistemas de escrituras distintos. El texto inferior está en griego, de manera que los sabios de la expedición napoleónica pudieran leerlo sin problemas. Además en la parte final de este texto se puede leer lo siguiente: "Este decreto deberá ser inscrito en una estela de piedra dura en caracteres sagrados, nativos, es decir demóticos, y griegos, y deberá ser expuesto en cada uno de los templos de primer, segundo y tercer rango junto a la imagen del rey eternamente viviente". Esto significaba que el mismo texto estaba escrito en la piedra en tres sistemas de escritura distintos. En la parte superior en caracteres sagrados, es decir, en jeroglíficos, en el centro en caracteres nativos egipcios, es decir, demóticos, y en la parte inferior en griego. El texto estaba fechado en el año nueve de Ptolomeo quinto Epifanes, que corresponde al 196 antes de Cristo, y la mayor parte del mismo consiste en la copia de un decreto sobre los honores otorgados al rey con ocasión del primer aniversario de su coronación. En esta otra diapositiva podéis ver a la izquierda la piedra tal como se conserva hoy, y a la derecha lo que pudo ser la estela original. Si os fijáis la piedra actual ocupa la parte inferior de la estela. Aquí podéis ver un detalle en vertical de los tres textos de la piedra. El texto superior como you hemos dicho está en escritura jeroglífica. En cuanto a la lengua se trata de egipcio de tradición, que como vimos en los vídeos de la lección tercera es la lengua clásica que en este momento you no se hablaba, sino que se utilizaba sólo en los textos de carácter sagrado o sacerdotal. El segundo texto está en escritura demótica y también en lengua demótica que era la lengua hablada en este momento en Egipto por los nativos egipcios. Y finalmente el tercer texto está en escritura alfabética griega y por tanto en lengua griega. No hace falta decir que los sabios comprendieron enseguida la importancia extraordinaria de este documento, porque podía servir como clave para la interpretación de las antiguas escrituras egipcias. En 1801 los franceses capitulan ante los ingleses. La piedra de Rosetta pasa a manos de estos últimos y hoy se conserva como todos sabéis en el Museo Británico en Londres. A los sabios franceses se les permite conservar su documentación gráfica y escrita, entre otras cosas, los calcos de la piedra de Rosetta. Esta documentación es la base de la obra monumental titulada "Description de l'Égypte" que se publica bajo Napoleón y bajo Luis 18. En Francia e Inglaterra empieza a partir de este momento la carrera por el desciframiento de las escrituras egipcias a partir de la piedra de Rosetta. Se trabaja en el texto demótico, básicamente por dos razones, porque el texto jeroglífico es muy fragmentario y porque los jeroglíficos siguen siendo considerados como una escritura básicamente simbólica. El primer estudioso que trabaja con el texto demótico de la piedra de Rosetta es el orientalista francés Sylvestre de Sacy, quien consigue aislar los nombres de Ptolomeo y de Alejandro. Su sucesor será Johan David Akerblad, un diplomático sueco discípulo del propio Sacy, quien consigue aislar en el texto demótico diversos nombres propios y comunes. Pero cree que la escritura demótica es alfabética y por tanto intenta leer a través del copto, que también es una escritura alfabética, lo cual naturalmente no le da resultado alguno, puesto que la escritura demótica como you vimos en los vídeos de la tercera lección no es una escritura alfabética. De esto se dio cuenta el estudioso británico Thomas Young, hombre polifacético a quien se debe entre otras cosas por ejemplo, la formulación de la teoría ondulatoria de la luz. Young hizo la contribución más importante al desciframiento de las escrituras egipcias anterior a Champollion. A él se deben básicamente cuatro aportaciones. En primer lugar, Young comprendió que la escritura demótica no podía ser como decimos, una escritura alfabética. Debía ser una combinación de signos alfabéticos y de signos de otros tipos. En efecto una escritura alfabética es una escritura económica por definición, porque se basa en el principio de que a cada signo le corresponde un sonido de la lengua. Puesto que las lenguas tienen entre 20 y 30 sonidos, las escrituras alfabéticas tienen entre 20 y 30 signos. El demótico que tenía muchos más de 30 signos, no podía ser por tanto una escritura alfabética. En segundo lugar Young vio que el texto griego de la piedra de Rosetta, abundaba en palabras que se repetían varias veces. Entonces procedió a enumerar estas palabras, a ver cuantas veces se repetían y en que parte del texto se repetían. Y después hizo lo equivalente con el texto demótico, con secuencias demóticas que se repitieran tantas veces y en partes del texto más o menos equivalentes. De este modo aisló 86 equivalencias griego-demóticas. Pero después no consiguió descifrar las grafias demóticas En tercer lugar, Young trabaja también por primera vez con el texto jeroglífico de la piedra de Rosetta, y con papiros en jeroglíficos cursivos y en hierático, y se da cuenta de que los signos de todas las escrituras egipcias, son en esencia los mismos, pero como dice él mismo, con una degradación desde el carácter sagrado, o sea jeroglífico, a través del hierático hasta el demótico. Es decir, Young se da cuenta de que formalmente las tres escrituras egipcias están emparentadas, como nosotros sabemos por los vídeos de la tercera lección. Y en cuarto lugar, aunque sigue creyendo que el jeroglífico es un sistema esencialmente simbólico, Young piensa que en algunos casos concretos puede ser utilizado fonéticamente, como cuando se trata de transcribir los nombres de los reyes extranjeros griegos. Lee, aunque no del todo correctamente, el único nombre propio que aparece en el fragmentario texto jeroglífico de la piedra de Rosetta, el del rey Ptolomeo, que se repite varias veces, siempre dentro del correspondiente cartucho, que es este que podéis ver en la parte inferior de la diapositiva. Y aquí se detiene la obra de Young en lo que se refiere a las escrituras egipcias. Será como sabéis Jean-François Champollion quien culminará el desciframiento de los jeroglíficos como veremos en el vídeo que sigue. Para saber más sobre la historia del desciframiento de las escrituras egipcias podéis consultar estas referencias bibliográficas y web gráficas.