[MÚSICA] Bienvenidos a la segunda unidad de este curso. Vamos ahora con el contexto geopolítico. Hay por lo menos tres grandes tendencias que tenemos que manejar. La primera es la fragmentación actual de la geopolítica global. La segunda es el déficit de gobernanza global en la que se traduce esta fragmentación. Y la tercera es la creciente utilización de herramientas económicas y comerciales en el juego geopolítico, lo que expone a las empresas a utilizadas como peones en esta banda. Un tema que trataremos en el próximo bloque. Empecemos con la primera gran tendencia, la apolaridad. Tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos y la Unión Soviética asumieron el liderazgo global. La Guerra Fría fue un periodo de gobernalidad bipolar en el mundo con instituciones supranacionales confrontadas. Con la OTAN para los occidentales y el Pacto de Varsovia en la órbita soviética. Los diferentes estados se repartieron en dos bloques que representaban dos modelos antagónicos. Pese a las tensiones, este orden bipolar garantizó la estabilidad geopolítica global durante. Pero todo cambió tras la disolución de la Unión Soviética en 1990 cuando Estados Unidos quedó como poder político, económico, militar dominante configurando un mundo unipolar. Pero este periodo también ha llegado a su fin y tras décadas de estabilidad en el orden internacional, hemos entrado en un proceso de profunda transformación de las relaciones de poder a nivel internacional. En el trasfondo de este cambio se encuentra la que quizás es la tendencia geopolítica definitoria de los tiempos, el ascenso de nuevas potencias emergentes, especialmente China, al tiempo que la potencia hegemónica de los últimos referéndums, Estados Unidos, parece rehuir el liderazgo internacional que ha ejercido hasta ahora. Existen dos razones principales para ello. Primero, la gran recesión que obligó al país y le sigue obligando a centrarse en su economía doméstica. Y por otro, el desgaste sufrido por las últimas intervenciones bélicas en Afganistán y tal, con escasos réditos en su imagen como potencia tanto en el interior como el exterior. Si a esto le sumamos el hecho de que el país se acerca a la independencia energética gracias al impacto de Frac y a la elección de un presidente como Trump que ve las relaciones internacionales como un juego de suma cero en el que su país ha cedido demasiado, tenemos a unos Estados Unidos con una vocación limitada de liderazgo global. Y este vacío de poder no lo está llenando ninguna otra potencia. China, la gran potencia ascendente, no está por la labor de asumir este liderazgo más allá de su zona de influencia en el sudeste asiático. La prioridad del gobierno chino es mantener el desarrollo económico y social del país. Algo razonable si tenemos en cuenta que la renta por cápita es aún muy inferior a la occidental. Esta situación de vacío de poder, lo que algunos han llamado el G-0, está detrás de muchas de las dinámicas de la política internacional que estamos observando. El conflicto en Siria, por ejemplo, es difícil de imaginar en la era bipolar en la que tanto la Unión Soviética como Estados Unidos ejercían un control directo e indirecto sobre sus áreas de influencia y actuaban para someter focos de inestabilidad. En Siria, sin embargo, ninguna potencia ha estado dispuesta a incurrir en el costo humano, político y económico que requería una intervención en toda área. Esta situación de cierta polaridad es caldo de cultivo para un incremento de las tensiones y conflictos. No es de extrañar, por tanto, que parezcamos vivir en un contexto de mayor tensión geopolítica. Episodios como Ucrania o Corea del Norte [INAUDIBLE] Y se está reflejando esta polaridad también en la segunda gran tendencia geopolítica de nuestro tiempo. El deficiente funcionamiento del actual régimen de gobernanza global. Pensemos en los órganos de gobierno que tenemos actualmente. Contamos con los gobiernos locales, regionales y nacionales. Y por encima de ellos las organizaciones supranacionales, como la ONU, el Banco Mundial o la Organización Mundial del Comercio, fundadas precisamente para hacer frente a retos y amenazas que exigen de una respuesta coordinada a nivel global. Sin embargo, años después de su fundación estas instituciones están perdiendo poder y legitimidad para la toma de decisiones colectivas. Situaciones como las crisis financieras, la evasión fiscal, el crimen organizado, la piratería, el calentamiento global, las migraciones, las crisis humanitarias o el terrorismo internacional son todos retos globales. Pero el escaso avance en la gestión de varios de estos retos, desde el cambio climático, los acuerdos comerciales, han puesto en entredicho la capacidad de estas organizaciones para dar respuestas adecuadas. Y han evidenciado el gran riesgo que supone esta ausencia de liderazgo y de gobernanza global. Otra de las principales causas para entender el escaso impacto actual de estos organismos supranacionales es la falta de representación de las economías emergentes en sus consejos ejecutivos. En otras palabras, el orden político y económico mundial actual no se ve reflejado en estas instituciones. El motivo es histórico, la gran mayoría de estos organismos fueron diseñados por y para occidente tras la Segunda Guerra Mundial. Pero las cosas han cambiado. Para muestra un botón. En 1950, Estados Unidos y Europa acumulaban el 54% de la riqueza mundial. Mientras que China e India sumaban solo el 8,7%. Sin embargo, en 2016 el bloque occidental tenía el 34%. Mientras que las dos grandes potencias emergentes llegaron a 25. Pero siguen sin estar representadas en las instituciones de gobernanza internacional con el peso que les corresponde. Más allá de la representatividad, ¿por qué existe un problema de legitimidad y relevancia de estos organismos internacionales? Principalmente porque los intereses de los emergentes no están alineados siempre con los de las potencias tradicionales. Un ejemplo sencillo. Una de las luchas de los países occidentales es la limitación de las emisiones de los países más contaminantes, que son las economías emergentes. Sin embargo, estas últimas levantan la voz ante lo que consideran una injusticia y la mayor parte del daño causado a la capa de ozono hasta ahora viene del desarrollo de las economías occidentales desde la Revolución Industrial. El gran peligro de esta falta de coincidencia entre los valores e intereses de las potencias clásicas y de los emergentes no es solo la creciente falta de legitimidad de organismos como Naciones Unidas, el FMI, el Banco Mundial, o la Organizaciónundial de Comercio. El peligro es la creciente regionalización de la gobernanza, que you se está produciendo y tiene como consecuencia la falta de respuesta única y coordinada a cuestiones globales como el cambio climático, la producción nuclear, los movimientos migratorios o algunos conflictos. En conclusión, vivimos tiempos de creciente tensión y riesgo en el orden geopolítico global. No sería la primera vez que una recuperación económica ha sido truncada por un estallido geopolítico. Pues los conflictos más allá de su costo humano tienen un innegable impacto sobre la actividad económica a través de múltiples canales, el cierre de rutas comerciales, la disrupción del avituallamiento energético y de materias primas, la volatilidad de las divisas, la subida de las primas de riesgo de la deuda, y por supuesto la inestabilidad de los mercados en general. Pues hay una probada correlación negativa entre el incremento del riesgo geopolítico y la evolución de los mercados de valores. La inestabilidad geopolítica es por tanto un factor de riesgo importante para las empresas. También [INAUDIBLE]. Seguimos en la próxima unidad. [MÚSICA] [AUDIO_EN_BLANCO]