Voy a empezar con una historia, la historia de Samuel Slater. Slater era un hombre de origen británico, nacido a finales del siglo XVIII. En Estados Unidos, tiene el notable honor de ser conocido como el padre de la revolución industrial. En cambio en Inglaterra, su país de origen, lo llaman Slater el traidor. ¿El motivo? Los británicos, por entonces pioneros por su avance tecnológico en la industria textil, prohibieron la exportación de su tecnología de forma de asegurarse una ventaja competitiva, durante el mayor tiempo posible. Sin embargo, un joven Slater memorizó los mecanismos básicos y emigró a Nueva York a finales del XVIII, para montar el imperio industrial con el que haría fortuna. A raíz del caso, nació la conciencia y el temor del robo industrial, tal vez por primera vez en la historia, llegando al paroxismo de que los exhibidores extranjeros se negaron a asistir a la International Exhibition of Inventions de Viena de 1873 por miedo a que sus ideas fueran robadas y explotadas comercialmente en otros países. La necesidad de protección de la propiedad intelectual se hizo evidente, y 10 años más tarde, en París, se celebró la primera Convención para la Protección de la Propiedad Industrial, regulando los conceptos de patentes, marcas y diseño industrial. Os preguntareis, ¿por qué he escogido esta historia para introducir la historia de la gobernanza global? Pues, porque permite entender la lógica de creación de instancias supranacionales de una forma muy clara. Una necesidad derivada de una situación de anarquía y confrotación, le sigue una regulación que le pone fin. De la misma forma, que a un posible conflicto entre Estados le sigue una norma que debería asentar la paz. Y es que la gobernanza, en palabras de Nayan Chanda, no es más que, la regulación de personas en un espacio finito, en el que por gracia de la globalización, se mezclan diferentes comunidades con intereses diversos. Así ha ocurrido con todo: la sanidad, los mares, el tiempo, el correo. ¿Pero cuál es el origen? ¿Cómo empezó todo? Ya antes de Slater. El origen es la globalización, un fenómeno tan antiguo como el ser humano. La globalización empezó desde el momento en que nuestros ancestros abandonaron África Central hace 100.000 años, para llegar a Medio Oriente. Y siguió cuando un subgrupo de estos, hace 50.000 años, llegó hasta Asia. Ellos fueron los primeros globalizadores, migrantes antes incluso de que hubiera fronteras. En perspectiva histórica, podemos afirmar que la globalización se intensificó con las primeras conexiones a través del comercio, la exploración, el evangelismo y la expansión imperial. Los comerciantes, curas, aventureros y soldados han conectado a lo largo de la historia las distintas unidades, legándonos el mundo globalizado que conocemos hoy en día. Y ellos fueron los primeros que necesitaron reglas de convivencia entre comunidades, instituyeron el germen de la gobernanza global. Empezó cuando los primeros soldados tomaron un territorio y control sobre sus gentes y recursos, empezaron a recaudar impuestos y reclutaron a ciudadanos para sumarlos a sus ejércitos. Tan sencillo como eso. Luego, con la construcción de los imperios, empezaron a constituirse normas hegemónicas. Sargón, Rey de Mesopotamia, se declaró en su momento: el gobernador del mundo. Como Alejandro Magno, cuando el Imperio macedón alcanzó por un breve período de tiempo del Mediterráneo a la India, en el siglo III A.C. Ellos fueron los primeros hegemones de la gobernanza global. O la dinastía Han en China, que fue la primera en prohibir la exportación para conservar su monopolio de la seda. Por entonces, estaba prohibido llevarse huevos de gusano de seda del territorio del imperio. Algo parecido, incluso más elaborado, hizo el emperador romano Justiniano, cuando hizo la lista de los productos por los que había que pagar impuestos para introducirlos en Alejandría. Con ello instituyó el concepto de arancel, en el comercio entre comunidades. Como se ve, los imperios jugaron un rol capital en la construcción de una gobernanza colectiva, en la medida que iban extendiendo sus normas y regulaciones en nuevos territorios. El siguiente paso, la nueva dimensión, se alcanzó con el Imperio mongol de Gengis Khan, en el siglo XIII. Abarcaba desde la península de Corea hasta el Danubio en Europa. Con ello, se instituyó la seguridad en el transporte. La ruta de la seda que conectaba China con Damasco en el siglo XIII estaba protegida por puestos de vigilancia, tenía posadas para los viajeros, un sistema de correos para las comunicaciones, incluso un pasaporte rudimentario e incluso un sistema de pago propio. Con todo, suponía un nivel de gobernanza inaudito para el comercio y el transporte terrestre. Y no sólo eso, del Imperio mongol también surgió la primera política pública sanitaria de carácter transfronterizo. Por sorprendente que parezca, fueron las carabanas de mongoles las que llevaron a Europa la peste bubónica, en la que murió un tercio de la población europea. Hasta entonces, no se había visto nunca un reto de gobernanza global de esta dimensión. Y ¿cuál fue la respuesta? En 1348, la ciudad de Venecia instituyó la cuarentena. De forma evitar contagios masivos de enfermedades, Venecia obligaba a los barcos a esperar 40 días a las puertas de la ciudad, antes de permitirles amarrar en el puerto. La medida fue más que efectiva, y varias ciudades asumieron la que posiblemente fuera la primera política pública sanitaria de alcance internacional. Con la llegada de los Estados-Nación, tras las paz de Westfalia de 1648, también mejoraron las políticas de coordinación sanitaria para evitar la propagación de enfermedades. Hasta llegar a mediados del XIX cuando se constituyó el primer foro de discusión entre Estados sobre sanidad, la International Sanitary Conference. Y fue esta lenta, pero constante construcción de conciencia colectiva, que llevó y ya en 1948 a la creación de la Organización Mundial de la Salud, la primera institución de gobernanza global sanitaria. Como hemos visto a lo largo de esta introducción, la historia nos demuestra que la necesidad se hace virtud, y de la emergencia, regulación. Para los apasionados de piratas, lo mismo ocurrió con la protección de los mares, con la Liga Hanseática, que sirvió para proteger a los barcos mercantes de los piratas. La Liga Hanseática fue la primera federación comercial y defensiva entre ciudades de Bálticas, sobre todo del norte de Alemania, que financiaban pequeñas cocas armadas, como la que veis en la imagen para proteger a su cargueros de los ataques en altamar. Llegados a este punto, me despido y os espero en el próximo video, con más historia de la gobernanza global. [AUDIO_EN_BLANCO]