[MÚSICA] [MÚSICA] Al inicio del curso, hemos visto que en la empresa familiar interactúan dos sistemas diferentes, la familia y la empresa. Hemos visto también que para que la empresa funcione, debe haber una separación de roles. Uno a veces actúa como hijo o como hermano, pero en otras lo hace como trabajador o como jefe. Identificar dónde empieza y acaba cada función, you es difícil en el ámbito laboral, pero aún lo es más cuando nos fijamos en las relaciones que subyacen en cada conversación. En la anterior unidad, hemos visto qué juegos de posiciones se dan cuando interactúan varias personas o grupos, y hemos apuntado que para que funcione esa comunicación, en la empresa familiar las posiciones deben ser dinámicas; solamente de este modo se podrán afrontar las conversaciones difíciles. Vamos a verlo con un ejemplo. Recuperemos el caso de RACE. Teníamos un fundador, Joaquín, en el puesto de presidente y retirado de la gestión; a Javier, su hijo menor, como director general; y a su hermana Elena al frente del departamento de marketing. En el ámbito familiar, los hijos mantienen una relación de igualdad, por ejemplo, cuando hay que decidir dónde se pasan las vacaciones de semana, los dos tienen el mismo peso; sin embargo, en el ámbito empresarial, Javier está jerárquicamente por encima de Elena. Imaginemos que el departamento de marketing no funciona correctamente. Javier, como director general, está obligado a corregirlo, y quizá eventualmente a sustituir a Elena. Pero realmente la pregunta es, ¿puede hacerlo sin que esto dañe su relación fraternal? Si no está muy claro en calidad de qué habla, la respuesta va a ser que no va a poder sustituirla, es decir, si Javier se reúne con Elena y le dice que está despedida, ella se sentirá ofendida porque la relación de igualdad que mantiene con su hermano, no tiene ese tipo de gestos. Lo más probable es que por miedo a que esto suceda, Javier no le diga nada a Elena, y el departamento de marketing siga funcionando de una forma inadecuada. Pero no solo hay conversaciones difíciles en el ámbito de la gestión, también en el ámbito de la propiedad. Antes hemos explicado que si uno de los propietarios pide al presidente ver las cuentas de la empresa, es posible que éste se lo tome como una muestra de desconfianza. De nuevo, estamos ante una mala separación de roles. Para que Javier pueda sustituir a Elena, sin que ocasione un cisma familiar, o que un propietario pueda pedir información sin que esto sea visto como una ofensa al presidente, hay que aprender a tener conversaciones difíciles. Conversaciones difíciles pueden ser de dos tipos. Difíciles porque tienen que ver con el contenido, o difíciles porque tiene que ver con la relación. Conversaciones difíciles que tengan que ver con el contenido pueden ser sobre diversos temas, como una herencia, sobre quién ocupa determinada posición, sobre si hay que sustituir a una persona, sobre una determinada evaluación del desempeño; en estas conversaciones es importante siempre poner a salvo la relación, de forma que se cuide mucho el lenguaje. No es lo mismo decir, no estoy de acuerdo contigo, que decir, no estoy de acuerdo en cómo estás enfocando este problema. En el primer caso se está poniendo el énfasis del problema en la persona, contigo; mientras que en el segundo, el énfasis se está poniendo en el exterior, en cómo has enfocado las cosas, no es con la persona. En la medida en que una familia vaya aprendiendo a ser muy cuidadosa con las personas, al mismo tiempo que plantea los temas con claridad, podrá ir abordando los temas difíciles. En este proceso de conversaciones difíciles es importante que nadie quede desacreditado, o humillado, que nadie pierda la cara en una palabra; si no es así, la persona que se siente humillada o despreciada, buscará cómo pasar factura en un momento u otro. Las conversaciones difíciles pueden estar centradas también en las relaciones, en la metacomunicación como explicábamos en una de las sesiones anteriores. Para poder tener esas conversaciones, hay que prestar atención a dos principios básicos. Primero, hablar de uno mismo, no de los demás; es decir, no es lo mismo decir, por ejemplo, tú siempre quieres mandar, quiere decir, siento que siempre estoy situado más abajo que tú. En la primera formulación se le obliga al otro a defenderse, mientras que la segunda se le hace colocarse en la piel del otro y eso facilita el diálogo. Segundo aspecto, poner en el otro buenas intenciones. Para dos hermanos que quieren conversar sobre su rivalidad, no es lo mismo decir, te metes constantemente en mi área porque quieres controlarlo todo, quiere decir, creo que sientes la necesidad de asumir toda la responsabilidad y eso te hace meterte en mi área más de lo que deberías. Poder tener conversaciones difíciles requiere saber manejar el lenguaje de una forma afinada y respetuosa. Una conversación difícil requiere también tener un contexto determinado que permita aprender a tener esas conversaciones, y que permita desarrollarlas. El consejo de familia es el lugar donde la familia aprende a tener esas conversaciones, que una familia no empresaria no debe tener prácticamente nunca. [MÚSICA] [AUDIO EN BLANCO]