Para entender el alcance real de la agilidad, profundicemos en el tipo de problemas en los cuales se focaliza. Para eso les propongo analizar los distintos tipos de problemas que nos enfrentamos en el día a día, tanto en el ámbito profesional como en ámbito personal. Esto lo vamos a analizar a la luz de dos dimensiones claves. Por un lado, tenemos el grado de conocimiento del "qué" vamos a solucionar, que no es otra cosa que identificar cuál es la naturaleza del problema. Por otro lado, tenemos el grado de conocimiento del "cómo" vamos a hacer para solucionarlo. A la luz de este marco, podemos identificar cuatro dimensiones de problemas distintos. Por un lado, podemos estar ante problemas conocidos. Son de naturaleza sencilla y mecanicista. Son muy previsibles, con buena relación causa-efecto. Hay poco lugar para el cambio o la innovación. Es el caso en el que sabemos qué tenemos que resolver y cómo hacerlo. Si lo vemos a nivel doméstico, sería un problema que involucra una reparación de la casa. Por ejemplo, cuando tenemos un goteo en una canilla, ¿qué hago? Llamamos al plomero. A nivel de organización, podría ser el caso de un problema de incumplimiento en el mercado por cuellos de botella en el proceso de despacho, por ejemplo. En estos casos, las mejores prácticas indican que para solucionarlos se sugiere aplicar fielmente el procedimiento establecido. Si avanzamos un poco más en el grado de conocimiento del problema, nos encontramos con los problemas complicados, donde tenemos un cierto grado de conocimiento de la naturaleza del problema, pero no de cómo solucionarlo. En el caso doméstico, es el caso que estamos en presencia de que nuestro hijo trae malas calificaciones y no sabemos cómo hacer para que él estudie más. En el mundo de la empresa, es el caso en el cual estamos en presencia de un repensado total de procesos. En estas situaciones se requiere poner especial cuidado en la aplicación de metodologías ágiles, haciendo especial hincapié en los criterios a considerar y, sobre todo, ser muy creativo en las alternativas a considerar. Un caso más crítico es cuando estamos en presencia de situaciones complejas, donde es muy difícil identificar la naturaleza del problema y mucho menos cómo solucionarlo. Son casos donde es difícil prever y anticiparse. Es el caso que estamos en presencia de una naturaleza adaptativa. En el ámbito doméstico, podría ser el caso de desmotivación de un hijo. A la vuelta del colegio, se dirige a su cuarto sin emitir palabras. Por varias horas permanece allí. No sabemos qué le pasa y, por tanto, desconocemos qué hacer para revertir la situación. A nivel empresarial, podría ser una situación de reorganización o reestructuración de la empresa. En este entorno, las mejores prácticas aconsejan aplicar dinámicas de trabajo en equipo, priorizando objetivos en un marco de fuerte liderazgo. El último estadío de problemas son las situaciones caóticas, en donde hay un gran desconocimiento, tanto de la naturaleza del problema como de su solución. En este tipo de realidades, lo más recomendable es actuar con celeridad, con la mayor creatividad posible, a través de prueba y error. Como pudimos apreciar, entre los escenarios complicados y caóticos se encuentran las realidades complejas, fuertemente riesgosas, que desafían la creatividad y el aprendizaje organizacional. La filosofía Agile, justamente, es la que nos facilita poder abordar dicho tipo de problemas, actuando dos niveles de complejidades: la esencial, músculo, y la accidental, grasa. Para ello, la esencia de la filosofía se basa en tres principios fundamentales. Por un lado, descubrir la propuesta de valor que satisface efectivamente al cliente. Por otro, priorizar los objetivos y alcances a la hora de desarrollar el producto. Y, por último, potenciar las actividades que generan valor, a las que llamamos "esenciales", y eliminar las que no lo generan, que llamamos "grasas".