El mundo de los negocios Tayloriano tradicional, que fue la base del ciclo de desarrollo industrial de la humanidad. A la hora de desarrollar productos, proyectos o dar soluciones a problemas, utilizaba modalidades lineales, también llamadas "waterfall" que estaban organizadas en áreas de especialidad y donde los entregables parciales eran parte del producto final. El éxito de estas modalidades radicaba en un diseño inicial muy concienzudo, donde había una gran alineación entre la propuesta de valor del producto y la satisfacción del cliente, con una planificación efectiva y sobre todo, un seguimiento y trazabilidad de desviaciones a lo largo de todo el sistema. Pongamos un ejemplo para quienes nos gustan los deportes. Supongamos que se nos pide fabricar una pelota de fútbol para un encuentro con amigos. Primero, diseñaríamos nuestra pelota definiendo ergonomía, materiales, tamaño, etcétera. Luego planificaríamos su elaboración por etapas y luego la fabricaríamos y haríamos seguimientos. Para nuestro caso, aplicando el modelo lineal, sería confeccionado gajo por gajo y luego en la última etapa hacemos la costura de unión y le damos la forma final de la pelota. Si bien estos sistemas apuntan a la eficiencia y a la escalabilidad de gestión, por su naturaleza tienen fuertes restricciones y limitaciones de uso. Cuando estamos ante problemas complejos e inciertos, estas modalidades tienen fuertes limitaciones. En nuestro ejemplo, supon que el cliente decide jugar al "rugby", o se queda corto en el presupuesto, o se adelanta la fecha del encuentro del partido. En estos casos va a tener problemas utilizando la modalidad tradicional. Sin embargo, la modalidad ágil nos permite dar solución a entornos complejos, donde hay gran incertidumbre y sobre todo, donde el cliente decide cambiar sobre la marcha. La filosofía ágil comprende ciclos iterativos cortos de propuesta de valor incremental, donde los entregables parciales son un salto de valor para lograr el objetivo deseado. Y ¿cómo lo hacemos? A través de equipos multidisciplinarios autogestionados con el cliente incluido, de tal manera hacer las pruebas de funcionalidad en su presencia y por tanto, recibir "feedback" de él mismo para poder hacer las adecuaciones correspondientes del salto de valor de cara al ciclo siguiente. En nuestro caso de la construcción de la pelota, empezaríamos con un primer entregable, que sería una pelota pequeñita, sencilla y un tanto amorfa, que después de una prueba de campo en presencia del cliente, serviría de base para marcar el rumbo para el segundo ciclo. Así, en ese proceso de ciclos iterativos de construcción, "feedback" e incremento de valor, iríamos avanzando hacia una pelota cada vez más robusta, grande y esférica. De esta manera, un cambio en la preferencia del consumidor, orientado ahora al "rugby", como cualquier otra necesidad que le surja, no nos sería un problema, ya que agregaríamos algún ciclo más de valor en lo que hace la forma, orientándola a una forma más ovoide. Lo mismo sucedería si nos quedamos sin presupuesto o se adelantara la entrega por cambio de fecha del partido. En ese caso podríamos jugar con el último entregable, quizá no con el mismo nivel de satisfacción para los jugadores, pero se podría igual realizar el evento. La agilidad se pudo asimilar como canalizar aguas embravecidas y turbulentas, conduciéndolas a un objetivo común. ¿Cómo la vamos a transitar? A través de saltitos entre roca y roca, ciclos iterativos. ¿Y de qué manera? Como lo hacen los niños: innovando, probando, experimentando, en un límite balanceado entre libertad, eficiencia y satisfacción.