Uno de los grandes errores de los libros de filosofía es pretender que cada autor es rehén del anterior y no de su época, pretender que cada autor es rehén del anterior y no de su época, y eso hace una suerte de continuo del anterior y no de su época, y eso hace una suerte de continuo que no nos explica por qué cada pensamiento es hijo de su época, del momento histórico, del contexto económico, etcétera. Igual ocurre con la comunicación, no podemos pensar la comunicación al margen de las sociedades en que vivimos, que son sociedades capitalistas. El capitalismo tiene un sistema metabólico central, tienes la obtención de beneficio en el mercado, y eso tiene un efecto que nos explicó el viejo Marx, que es que convierte todo en mercancía. Claro, eso es un problema, porque al convertir determinadas cuestiones en mercancía que no produce el propio mercado, ahí se desbaratan muchas cosas. Convierte en mercancías a los seres humanos, a los trabajadores, que los crean las familias, y al convertirlos en mercancías, los deshumaniza, los convierte en meras piezas de ese mecanismo de construir dinero. Convierte igualmente en mercancía la tierra, y qué ocurre, la devasta, lo estamos viendo ahora mismo, por ejemplo, en la Amazonía. Pero cuidado, hay algo de lo que se habla menos, y es que también convierte en mercancía el conocimiento, y al convertir el conocimiento en mercancía, lo particulariza y lo convierte en una herramienta al servicio, precisamente, de esa obtención de de beneficio en el mercado. La comunicación, por tanto, tenemos que entenderla como parte de esa tensión que hay en las sociedades capitalistas para justificar esa creciente desigualdad, propia de los sistemas capitalistas y que, al mismo tiempo, desactiven la posibilidad de cualquier tipo de protesta. En nuestras sociedades es común recuperar aquel viejo axioma de Shakespeare, cuando nos recordaba que el rey solamente recibía las críticas de manos del bufón, porque esa persona contrahecha, esa persona jorobada, podía hacer la crítica porque la desactivaba por su propia condición risible. Eso nos lleva en la actualidad a tener cuidado, porque la comunicación, que se convierte simplemente en algo divertido, puede desactivar. Hay una cuestión de fondo que tenemos que enfrentar en el siglo XXI, y es que, esa condición de convertir todo en mercancía por parte del sistema capitalista para buscar negocio, ha generado una utopía por parte del modelo neoliberal, que dice que cualquier sueño, lo puede convertir en un derecho. Por ejemplo, una pareja que no pueda tener hijos condición sexual o por cualquier tipo de enfermedad, le va a plantear el modelo neoliberal que tiene derecho a tener hijos siempre y cuando mercantilice ese derecho, es decir, comprando el vientre de alquiler a una persona más pobre. ¿Qué ocurre? Que esta búsqueda de mercantilización del mundo para obtener beneficio por parte del capitalismo genera muchos damnificados, y esos damnificados necesitan explicarse a sí mismos las claves de su dolor, pero al mismo tiempo el modelo capitalista necesita ocultar las raíces de ese dolor, o reconvertirlo para que no duelan. Hay una progresión, que yo creo que es la progresión más relevante de la transformación, que empieza por entender el dolor que se convierte en conocimiento, el dolor que se convierte en saber, cuando por ejemplo alguien interioriza las causas de ese dolor: no te pega tu pareja porque te quiera, sino que te pega porque las estructuras patriarcales le hacen pensar que el cuerpo de la mujer es una mercancía. Esa mujer que ha convertido ese dolor en conocimiento por la propia condición de <i>Homo sapiens</i> que tenemos, le va a llevar a buscar cómo acabar con ese dolor, doler, saber, querer. Esa voluntad de acabar con el dolor le va a llevar a preguntar cómo puede acabar con esa situación, va a buscar el momento político, el momento de la capacidad de hacer algo, va a intentar empoderarse con otras mujeres feministas, con la administración, con cualquier elemento que le permita a su vez, tener el poder suficiente para en la correlación de fuerzas frenar esta capacidad del hombre de hacerle daño. Y, al final, cuando ese empoderamiento tiene lugar, transforma. Fíjense ustedes que estamos hablando de una progresión que es doler, saber, querer, poder y hacer. Y ese hacer, que es un hacer político por excelencia porque transforma las metas de nuestras sociedades, solamente es posible en la medida en que el dolor se convierta en conocimiento. Y por eso, el conocimiento en nuestras sociedades saturadas audiovisualmente se ha convertido en uno de los espacios de disputa del poder más característicos. En el año '75 se publica un libro esencial, porque es el programa de máximos del neoliberalismo, lo firma Samuel Huntington, Michael Crozier y Joji Watanuki. Es un informe que pide a la Trilateral, que era el gobierno primero de la globalización en la sombra, piden un informe sobre la crisis de las democracias y ahí se plantean dos cosas que afectan profundamente a la comunicación hoy, en el siglo XXI. Se plantea en ese informe que nunca más, nunca más, los medios de comunicación pueden hacer que un país tan poderoso como los Estados Unidos pierda una guerra, es decir, esos informativos que traían en los noticieros los féretros de los soldados norteamericanos muertos en Vietnam envueltos en la bandera de la barra y de las estrellas, generó una conciencia en los Estados Unidos contra la guerra de Vietnam. Y, por tanto, la lectura que hacen estos grandes abanderados del neoliberalismo, que son los miembros de la Trilateral, plantean que hay que controlar los medios de comunicación para impedir que eso pueda ocurrir nunca más, que la política exterior norteamericana, que es esencial para el <i>"american way of life"</i>, no puede ser frenada por unos medios de comunicación que cambian la manera de pensar de los norteamericanos en una dirección contraria a los intereses de las minorías que en aquel momento, por el complejo militar industrial, estaban a favor de la guerra de Vietnam. Y, cuidado, hay otro elemento, también esencial que no podemos olvidar, y es que dos periodistas honestos, en un momento donde los medios de comunicación no eran todavía empresas de medios de comunicación, tumban a través de la investigación del Watergate, al presidente de los Estados Unidos, a Richard Nixon. La misma reflexión que van a hacer estos medios es, "es absolutamente imposible que vuelva a ocurrir esto", y por lo tanto, por la guerra de Vietnam y por el Watergate, hay una asunción que se escribe en este libro de la necesidad de controlar a los medios de comunicación. Démonos cuenta, además, que si hemos dicho que el sistema capitalista convierte todo en mercancía, el sistema capitalista siempre está a la ofensiva. Y, ¿qué ocurre? Que esa ofensiva de convertir en mercancía ámbitos de nuestra propia cotidianidad, de nuestro mundo de la vida, que diría Habermas, nos obliga a ponernos a nosotros a la defensiva, porque en el momento en que se convierten en mercancía hoy en día el deporte, la amistad, el sexo, el conocimiento, el vestir, el alimentarnos. Fíjense ustedes, que el mundo griego clásico con Solón abolió la esclavitud por deudas y hoy, en el mundo de la globalización financiera y del capitalismo financiero, se puede poner de rodillas a un país, aunque lo condenes al hambre, a los ancianos, a los niños, para que pague sus deudas. Por tanto, estamos más atrás de lo que avanzaron los griegos hace ya unos cuantos siglos Quería plantear que esa condición de ofensiva del sistema capitalista, hace que siempre encuentre personas dispuestas a trabajar para justificar la obediencia a esos privilegiados que en esa ofensiva convierten en nuestro alrededor todo en mercancías y nos hacen la vida más miserables. Ahí los medios de comunicación son muy relevantes, porque son los que van siempre un paso por delante de nosotros para convencernos de que lo que nos ocurre, bueno, pues es inevitable, es aquel del <i>"There is no alternative"</i> de Margaret Thatcher, "No hay alternativa" para convencernos de que no hay alternativa, para convencernos de que en el fondo no es malo lo que está ocurriendo, para convencernos de que cualquier alternativa sería mucho peor. Noten que si es cierto todo lo que he dicho hasta ahora y los medios de comunicación van contratando a gente para construir marcos de conocimiento que nos convenzan de esa necesidad del sistema capitalista de convertir en mercancías la naturaleza, el conocimiento, el transporte, la universidad, todo, pues ellos van a tener la posibilidad de ir siempre unos pasos por delante y encontrar herramientas al servicio de esa construcción de obediencia de las mayorías. Y eso nos lleva al desarrollo de las redes sociales.