El periodismo es un oficio, puede ser una vocación también, pero es un oficio también. Uno no nace periodista. Uno se hace periodista, aprende a ser periodista en una escuela o en el terreno, con jefes que lo orientan, etcétera. Y, sobre todo, el periodismo tiene sus reglas respecto de los hechos, los hechos, los hechos, solamente los hechos. Capacidad de jerarquizar esos hechos. ¿Cuáles son los criterios para decidir que tal o tal hecho tiene más valor para entender el conjunto que otro? Otra regla mayor, el respeto de todas las opiniones, aunque ciertas de esas opiniones puedan chocar a la sensibilidad del propio periodista. Pocos de los jóvenes periodistas de este país o los que quieren ser periodistas, me imagino tienen una gran simpatía para el presidente Trump. Pero no puedes analizar seriamente lo que va a ser la política de inmigración de Trump y sus consecuencias en México si no escuchas y si no das a conocer al público los argumentos, que puedes contrabalancear con otros argumentos de otras personas. Pero no se puede decidir que no cabe en una nota las opiniones de uno u otro porque no corresponden a la onda político-filosófica del momento. Esto me lleva a insistir en un tema particular, que es la necesaria separación de los hechos de la opinión. Cada uno tiene su sensibilidad, pero el producto que el periodista va a presentar al público es un producto que tiene como propósito informar y no orientar. Informar es no dar la posibilidad al periodista de adelantar cuáles son sus tesis o sus opiniones. Significa también, a veces, controlar su propia subjetividad. Y le puedo dar un ejemplo personal, durante una parte importante de mi paso por la televisión francesa: yo era militante de un partido, pero obviamente que tenía dos vidas, mi vida de militante y mi vida de periodista. Y el chiste era, precisamente, que mi vida de periodista no fuera afectada por mi sensibilidad. En el momento que vivimos en este mundo occidental, si nos sentamos y analizamos de manera fría el panorama que nos ofrecen los medios, medios tradicionales y medios digitales, nos damos cuenta que el periodismo se ha vuelto cada vez más una actividad militante. Yo puedo agregar un ejemplo muy conocido. No se puede considerar que Siemens sea hoy, desde mi punto de vista, un medio de información. Tiene sus temas. Ha decidido que se tenían que privilegiar ciertos temas, tiene sus invitados que ayudan a hacer avanzar las tesis que ellos quieren defender. Son miles de temas, a veces contradictorios porque pueden ser muy, digamos, conservadores o reaccionarios sobre el tema de los gobiernos populistas en América Latina y pueden ser muy liberales sobre temas más societales, como la diversidad sexual o las violencias hechas a las mujeres. Entonces, estamos en un mundo donde se ha legitimizado, de cierta manera, este género que yo llamaría la nota de opinión. Todo el mundo quiere hacer una nota de opinión, defender una tesis. Cuando eres un comunicador, como lo explica bien la palabra, tú tienes que saber cómo hacer pasar las ideas de quien te contrata para que tengan un impacto en la opinión pública. Eso no es el papel del periodista. El periodista es un hombre libre, que no trabaja teóricamente para nadie. Sabemos que hoy no es el caso, porque la mayoría de los medios tienen su propia línea política editorial. Pero, yo insisto, que si quieren realmente llegar a culminar como periodistas de verdad, que traten de buscar las escuelas que realmente son escuelas de periodismo, que te van a enseñar cómo hacer una nota corta que sea en televisión, en radio o en prensa escrita, cómo respetar lo mínimo de información al momento de escribir, cómo aprender poco a poco a hacer formatos un poco más grandes, un poco más amplios. Lo que te llevará, de una manera u otra, a un momento dado, unos años después, a tener una experiencia suficiente para lanzarte en géneros más complicados como la investigación, por ejemplo, que podría ser otro tema. Entonces, volviendo a insistir sobre este tema, tratar de aprender el periodismo antes de lanzarse a la experiencia.